Así, sin avisar, como suelen llegar las cosas en general.
Sin darte tiempo a prepararte, a verla venir, o incluso a actuar. A poner remedio antes de, barreras o distancias. A no arrepentirte cuando ya no hay nada que puedas hacer. Cuando ves esfumarse tus ilusiones, girarse el viento en tu contra y cerrarse todas las puertas.
Llega para poner todo patas arriba. Lo que creías, lo que soñabas, lo que esperabas. Que ese es muchas veces el principal problema. Esperar sin más. Y llega para mostrarte que las cosas se buscan, que no todo es esperar. Que lo que se quiere, hay que merecerlo y lograrlo, y no solo desearlo.
Que hay que ir siempre a por todas, desde el principio.
Llega y te demuestra que los principios son también finales. Que no siempre es posible salirte con la tuya y que hay cosas que nunca llegan y pasos que se quedan para siempre en la recámara. Por no haberlos dado antes. Y que las cosas rara vez caen del cielo. Por no decir nunca.
Llega y te enseña –de la peor de las maneras- que las cosas cambian en cuestión de segundos. Que da igual lo que creas, lo que esperes, lo que prometas que de mañana no pasa. Que las segundas oportunidades no siempre son posibles, y que, si te descuidas, te las roban o las pierdes por el camino.
Llega para romperte. Para abrirte los ojos, al fin. Para aceptar que no siempre se gana y que hay cosas que, en el fondo, siempre supiste. Y que, posiblemente, eso es lo que más te duele de todo.
Llega para que pases página, por fin. Para darte cuenta de cuánto tiempo llevabas leyendo el mismo libro, la misma portada, la misma fantasía. Para que pongas un punto final y estrenes página en blanco.
Para que no tengas miedo de volver a empezar.
Llega para que aprendas que, a veces, hay que viajar sin equipaje y sin mirar tanto el mapa. Que te puedes equivocar de tren, de vagón y hasta de andén, todo en una. Que no todos los trenes te llevan a donde quieres y que hay algunos que irremediablemente verás pasar ante tus ojos.
Que aunque sea ya tarde, toca seguir mirando al frente.
Llega para enseñarte que nadie mejor que tú. Que, a pesar de todo, todavía te tienes.
Patricia Ayuste.
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