Dicen que todos tenemos algún verano que nos cambió la vida. Y algún amor que nos robó el verano.
Un amor, quizá el primero, que llegó para revolverte el flequillo y dar color a tus mejillas. Como llegan las mejores cosas: de sopetón.
Pero que, aun así, supiste que lo ibas a querer desde el primer momento en que le viste.
Un amor, el que se fraguó entre bailes, noches estrelladas y más de un cruce de torpes miradas cuando pensabais que nadie se fijaba. Entre tímidas confesiones en las que hablabais de todo, y a la vez de nada. De risas nerviosas. De contaros una a una las estrellas. De pedir deseos a las más fugaces. Y de ser testigos de aquellos amaneceres que parecían pura magia.
Nunca la luna te pareció tan bonita como aquel verano, cuyos besos tenían puro sabor a gloria. Y te sentiste la persona más afortunada. Y dichosa.
Un verano de buscar y encontrar excusas para no soltar esa mano con la que creías poder comerte el mundo. El mismo que parecía detenerse en cuanto os veías. De contar las horas y minutos para volver a verle, de echarle de menos en cuanto os perdíais de vista aunque fueran por unos pocos segundos.
Una historia en el que estaba todo por decir y las páginas en blanco.
Un verano en el que cualquier detalle contaba, la felicidad os perseguía y os entendíais sin necesidad de palabras. Complicidad. Risas. Más miradas de reojo. Y más pellizcos para comprobar que todo era real.
Un verano en el que encontrasteis una canción con la que hacer eterna vuestra historia. Vuestro rincón en el que sentiros seguros y al resguardo de todo. Vuestro plan maestro para sobrevivir a los últimos rayos de agosto.
Un verano que, como todos, tuvo fecha de caducidad. Al igual que vuestra historia, vuestra canción y esas confidencias hasta altas horas de la madrugada.
Un final que se acercaba y que os empujó a querer parar el tiempo a toda costa. La sensación de que se os escapaba entre los dedos, de que septiembre amenazaba con demasiada fuerza y que el cielo estrellado no volvería a ser el mismo.
La angustia por tener tanto qué decir, sin saber por dónde empezar. Decirlo todo a última hora. Entre lágrimas, promesas y abrazos que sonaban a verdadera despedida.
Un amor que lo fue todo, aunque se quedara reducido a un verano. A un recuerdo lejano de los que se difuminan conforme pasan los años. Al principio más doloroso. Con el tiempo, de lo más bonito.
Un amor que guarda la magia de aquellas noches que parecían eternas. A aquellas estrellas que parecían brillar con más fuerza. A aquellas promesas de futuro en las que quisisteis creer en cada letra.
Un amor que nunca pierde esa magia y deja una huella imposible de borrar.
Un amor que, lejos de robarte, te regaló el mejor de tus veranos.
Patricia Ayuste.
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Sr Odio
10 julio, 2014 a las 8:58 amMuy bonita la entrada ^_^
Entre suspiros y un café
10 julio, 2014 a las 10:55 am¡Gracias Sr. Odio! Me alegra mucho ver que te gusta la entrada 😉
¡Un saludo!
Patricia.
Marleah Make Up
10 julio, 2014 a las 6:17 pmAy los veranitos y esos amores fugaces qué bonitos son!! Aunque se sabe que hay final, hay que quedarse con lo bueno, ¿verdad?
Besos!
Entre suspiros y un café
10 julio, 2014 a las 7:41 pmToda la razón, ¡que nos quiten lo bailao!
Un besazo 😉
Detallisime -Charo
13 julio, 2014 a las 8:11 pmojalá no perdieran la magia del principio…pero je,je,je…en general duran poquito!…me gusta cómo escribes!
lachicadelosjueves
13 julio, 2014 a las 10:17 pmQué bonita entrada!
La vida no sería nada sin esos amores, por mucho que terminen o que acaben haciendo daño..al final siempre recordamos lo bueno, con eso acaba bastando 🙂
Un beso guapa!
Entre suspiros y un café
14 julio, 2014 a las 6:45 am¡Muchas gracias! Y aunque duren poquito, hay que vivirlos 😉
¡Un beso!
Patri.
Entre suspiros y un café
14 julio, 2014 a las 6:47 amY tanto que nos conformamos con lo bueno. Son vivencias que nos hacen madurar y aprender, y que nos acompañan durante toda la vida, mejor quedarse con lo bueno…
¡Un beso guapa! Me alegro que te haya gustado
Patri.