El tiempo me ha enseñado que da igual lo mucho que corra o lo lejos que llegue para esconderme. De mí, de mis problemas, de lo que me quite el sueño. Que hay cosas que no se solucionan por arte de magia y esconderse no soluciona nada. Que, tarde o temprano, uno se ha de enfrentar a sus propios fantasmas. Y cuanto antes, mejor.
El tiempo me ha enseñado que las cosas caen por su propio peso. Que hay cosas que no tienen remedio y cosas que, sí o sí, han de pasar. Y que pasan, por mucho que trate de evitarlo. Que el mundo seguirá girando aunque me empeñe en detenerlo. Y que las cosas suelen ser más sencillas de lo que parecen.
El tiempo me ha enseñado que la paciencia es un don. Que cuesta, pero se puede alcanzar. Que hay puertas que no se abren por más veces que llame y que, demasiado a menudo, mi única alternativa será esperar. Pero que la recompensa seguro llega. Y de qué manera.
El tiempo me ha enseñado que no hay que lanzar las campanas al vuelo demasiado pronto. Que las ilusiones no siempre se cumplen, pero que la esperanza hay que cuidarla a diario. Que creer en mí me puede llevar lo más lejos que yo quiera. Que no hay ahorrar celebraciones, alegrías ni abrazos.
El tiempo me ha enseñado que aprender a base de golpes puede ser muy crudo. Pero necesario. Que puedo tropezar dos veces con la misma piedra. Y tres. Y cuatro. Pero que hay tropiezos que enseñan lecciones mejor que cualquier consejo. Y que hay mil maneras distintas de recorrer un mismo camino.
El tiempo me ha enseñado que aunque dos personas se quieran, no siempre es suficiente. Para estar juntas, para escribir en futuro, para pensar que no necesitan nada más. Que cada uno quiere a su manera y que no todo lo que dicen las películas es verdad. Y que quien mucho se ausenta, acaba por ser olvidado.
El tiempo me ha enseñado que las promesas no valen nada, si no las acompañan los hechos.
El tiempo me ha enseñado que quien de verdad te quiere, no hace falta que te lo diga. Te lo muestra. Lo lees en sus ojos. Lo sientes entre sus brazos. Lo respiras en cada poro.
Que quien te quiere, se queda siempre. Sin importar la que esté cayendo fuera. O dentro.
Y quien te quiere, te lo enseña con el tiempo.
Patricia Ayuste.
6 Comentarios
Cecil Vedemil
23 julio, 2014 a las 11:23 amQue entrada tan bonita, suerte tenemos de estos amigos de verdad!!
Entre suspiros y un café
23 julio, 2014 a las 1:06 pmSí que es verdad, hay que saber cuidar a esos buenos amigos que tanto valen.
¡Un beso!
Patri.
Yinshia
31 agosto, 2020 a las 9:19 pmCurioso, a mí el tiempo me ha enseñado que no hay que agobiarse por silucionar todos los problemas, lo que una vez pareció un problema con difícil solución puede acabar siendo irrelevante. Me ha enseñado que hay muchas maneras de amar y es fascinante cuando uno se da cuenta de eso. También me ha enseñado que hay personas a las que uno se tiene que rendir y dejar de esperar que cambien, y simplemente aceptarlas como son, maravillosas e imperfectas
Patricia
31 agosto, 2020 a las 9:41 pmBonitas enseñanzas, bienvenida al blog.
Un saludo, Patricia.
Daniel G.
19 septiembre, 2022 a las 1:20 pmSimplemente maravilloso, inspirador, y bello. Gracias por tus palabras, gracias por esa labor y el arte que haces nacer. Simplemente gracias de corazón.
Patricia Ayuste
19 septiembre, 2022 a las 8:53 pmGracias a ti, Daniel. Un placer tenerte por aquí y saber que te gustan mía reflexiones.
Un saludo,
Patricia.