Dicen que toda la vida humana puede encontrarse en el aeropuerto.
En ese ir y venir constante de personas, cargadas de maletas, prisas y sueños. En esas grandes historias que se fraguan con un billete de ida y sin la menor idea de cuándo será la vuelta. O con esa ida y vuelta al destino que tanto anhelas. O con ese billete de regreso que ponga fin a lo que sea.
Sea un sueño cumplido, una pesadilla o un gran vacío existencial.
Que en las terminales de llegadas y de salidas se dan esos abrazos que parecen no terminar nunca. Esos abrazos sinceros, más que en las bodas. Esos abrazos de felicidad de recibir al que llega y la emoción más contenida para despedir a aquellos que se van. Deseándoles los mejor. Deseando que les vaya bien.
Y bonito.
Que los aeropuertos son testigos privilegiados de grandes reencuentros, de esperadas reconciliaciones y de sorprendentes pedidas de mano. De los viajes de novios acaramelados, de aventureros estudiantes celebrando el final de curso, de aquellos que regresan a casa, y no solo en Navidad. O de parejas que se funden en un conglomerado de besos y abrazos tras un tiempo de forzosa separación.
Que las despedidas cuestan pero, a menudo, son necesarias. Que a nadie nos gustan y se hace muy cuesta arriba. Que, a menudo, toca fingir que todo está bien cuando por dentro naufragas como el mismísimo Titanic. Y te repites aquello de que «todo irá bien», aunque no termines de creértelo. Y tratas de creerlo, aunque no siempre es fácil.
Que las despedidas son difíciles, como decidir que te vas, cuando todo lo que quieres es quedarte. Por tus propios miedos, por no alejarte de tu familia o por no poder ver a tu pareja. Que lo fácil es renunciar a tus sueños alegando que son imposibles, que no son para tanto y que no sabes si es lo que en verdad quieres. Que lo fácil es quedarte en lo conocido, en tu zona de confort.
Pero que para que los grandes cambios lleguen, hay que hacerles espacio, buscarles sitio y cederles todo el protagonismo.
Despedirte de lo que no funciona, poner distancia con lo que te hunde y buscar aquello que te saque de donde estás. Empezar a hacer las cosas de otra manera, o cambiar las cosas que haces. Arriesgar. No mirar tanto atrás. Y dejarte de tantas dudas.
Que, a veces, necesitas irte para encontrarte.
Para volver a ser feliz. Más fuerte. Más tú. Para sentir que recuperas el control de tu vida, el sentido o las riendas. Para aprender a perderle miedo a lo nuevo.
Porque hay que saber decir adiós cuando llega el momento.
Bye, bye.
Patricia Ayuste.
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Chelo
12 junio, 2015 a las 8:50 amYo soy de las que no sabe decir “adiós”, ni a historias, ni a personas, ni a las cosas…Me resulta harto difícil “desprenderme” de lo que, aunque sea por un tiempo, ha pasado a formar parte de mi vida.
Y sé que hay que SABER decir adiós, ¿y cómo se aprende eso? 😉
Besos
Erika Martin
13 junio, 2015 a las 7:56 pmHola Patri,
me he sentido identificada con esta entrada. Viví un tiempo en Alemania. Cada vez que venía de vacaciones lo hacía con una alegría inmensa. Los regresos eran un dramón en el aeropuerto. Toda la familia llorando y yo la primera claro.
En Alemania trabajaba en el aeropuerto. Desde la ventana de la oficina veía despegar y aterrizar los vuelos. Llegas a aprenderte los horarios, pej, a las 10 American Airlines, a las 10.05 Japan Airlines e incluso te das cuenta de cuando uno va con retraso. El caso es que los ves llegar e irse y piensas “mira, estos se van a NY” “¡oh! Caribean Airlines, qué suerte a la playa!” jaja
Un beso, guapa
Entre suspiros y un café
14 junio, 2015 a las 6:52 pmPues se aprende a base de experiencia y de tiempo, Chelo. Cuesta, pero una vez superado, se agradece…
¡Un beso!
Patri.
Entre suspiros y un café
14 junio, 2015 a las 6:58 pmMe lo imagino perfectamente Erika, tengo a dos primas y a varios amigos fuera. Al final aprendes a convivir con ello, con los bonitos reencuentros y hasta con las despedidas…
Me imagino también que lo de Alemania sería toda una experiencia. De hecho, lo veo como futura entrada en tu blog: orígenes de la secretaria con mejores anécdotas… jejeje.
¡Un beso enorme! Y feliz semana 😉
Ein Tag mit Pepa
19 junio, 2015 a las 12:17 pmque me vas a contar, viví a distancia del Pepe temporadas y cada despedida los aeropuertos era un mundo! Ahora me pasa lo mismo cuando visito a mi familia y les digo adiós en el aeropuerto, es una sensación que no me gusta nada como de nudo en el estómago! Espero que tu prima tenga muchísima suerte 🙂
Entre suspiros y un café
28 julio, 2015 a las 8:41 pmMe imagino que son cosas a las que una no se acostumbra, aunque con el tiempo, serán algo “más llevaderas”…
Feliz verano guapa 😉 Un beso enorme.