Bonicas las palabras. Las que remueven el alma y dan color a las mejillas más pálidas. Las que levantan el ánimo, provocan sonrisas y alegran los días. Las palabras espontáneas que surgen de la nada y que lo valen todo. Las que cuestan tanto decir y dicen mucho con muy poco. Las que vienen de quienes más quieres y de quienes menos esperas. Las escritas entre emojis y abreviaturas, las que se pierden con el viento. Las que se susurran al oído, las que se dicen mirándose a los ojos.
Bonicas las risas. Las sinceras, las verdaderas, las espontáneas. Por su sonido, su melodía, su capacidad de romper silencios y borrar tensiones. Por su naturalidad. Las risas que se contagian, las que atraen sin maldad y provocan otras sonrisas. Las que relajan los hombros, la vida, los días. Las que quitan hierro y añaden sabor. Dulzura. Esencia.
Bonicos los suspiros. Los que te pillan de sorpresa y por la cosa más simple. Y hasta insignificante. Los que te pillan sin cámara o móvil que te haga perdértelo. Maldita costumbre la nuestra de querer grabarlo todo, en lugar de vivirlo en directo. Suspiros que te abren los ojos, la mente, el alma. Los que te dejan flotando y con la felicidad en los labios. Los que nos hacen más humanos.
Bonicas las sorpresas. Las que llegan una tarde cualquiera, las que rompen el aburrimiento, las que tiran abajo cualquier rutina. Las que te despeinan y alborotan el flequillo. Las que llegan para revolucionar tu mundo. Para cambiarlo, para quedarse. Para hacer borrones, cuentas nuevas, puntos y aparte.
Bonicas las personas. Las de ayer y las de mañana, pero sobre todo las de hoy. Quienes hoy te dan la mano y bailan a tu lado. Les guste o no la música. Se sepan o se inventen cada uno de los pasos. Quienes saltan en los mismos charcos y andan sin paraguas bajo los que resguardarse de la lluvia. Personas que tienen su propia luz y no dejan que nada ni nadie la apague. Personas que brillan y, lo más importante, que te hacen brillar a ti también. Que tú por tu cuenta, ya lo haces, pero ya se sabe aquello de que “en compañía se llega más lejos”.
Y se brilla más.
Bonicos los regalos. Los de una fecha señalada y los improvisados. Los regalazos que cualquiera admira y los pequeños detalles que pasan desapercibidos para muchos, para la mayoría. Los que no vienen ni siquiera envueltos en coloridos papeles, ni con un cuidadoso lazo rojo. Los regalos porque sí. Porque apetece. Porque se sienten. Más allá de quedar bien o porque nos lo chive el calendario. Los regalos más personales. Los que se dan sin esperar vuelta. Los que emocionan incluso más al que los da.
Bonico el tiempo. Cuando nos da la razón y hasta cuando nos la quita. Sabio él. Por enseñarnos tanto, por enseñarnos siempre. Por enseñarnos a valorar realmente las cosas, lo que importa, y cada respiración. Por acompañarnos. Por hacernos cambiar de ideas, de planes, y hasta de sueños. Por ponerles fecha. Por darnos espacio para hacer, correr y volar. Por regalarnos oportunidades, hasta donde sólo vemos vacíos y finales.
Bonicas las caricias. En la espalda, en el pelo, en la mejilla. Las caricias con el mayor cuidado. Y respeto. Y deseo. Las que hablan tanto, que parecen llevar subtítulos. Las que hablan sin palabras.
Bonicos los sueños. Los que un día se materializan y se dejan rozar. Y tocar. Y sentir. Los propios y los ajenos. Los breves y los que llevan su tiempo. Los que parecían inverosímiles hasta que se hicieron. Los que pasaron desapercibidos, hasta convertirse en los más grandes. Los sueños que todavía nos quedan por cumplir. Los que cumplieron tus expectativas y los que las superaron. Incluso los que no, por el simple hecho de vivirlos.
Bonico tú. Por leer, por quedarte, por ser parte. Por estar ahí.
Bonica esa persona. La que alegra tu mundo. Cualquiera que lo haga un lugar mejor. Más bello. Más acogedor. Los que te acompañan, los que creen en ti. Los que algo te enseñan, aunque no se lo pongas fácil. Los que están, siempre que los llamas. Y aunque no lo hagas. Los que te enseñan a levantarte, cada vez que te caes, a contar, cada vez que pierdes la cuenta. Los que te hacen ser tú, y no dejar de serlo.
Bonica la vida, cada día que te sonríe y se deja acariciar.
Patricia Ayuste.
14 Comentarios
Junco Y Gacela
15 mayo, 2018 a las 7:46 pmQue bonico es
Entre suspiros y un café
15 mayo, 2018 a las 8:09 pm¡Bonica tú! Gracias por leer y compartir 🙂
Un beso, Patricia.
Junco Y Gacela
15 mayo, 2018 a las 8:21 pmBesos Patricia 🙂
hollygolightly
16 mayo, 2018 a las 5:21 pmHola!!!! Me ha gustado mucho!!! Echa un vistazo al mío!!!
https://historiasdeholly.com/
Junco Y Gacela
18 mayo, 2018 a las 8:28 pmAllá voy
Junco Y Gacela
15 mayo, 2018 a las 7:48 pmReblogueó esto en Junco y Gacela.- Marijose y comentado:
Que bonico. Sonrie y dejate acariciar por el sol, por la luna, por el viento, la lluvia..
La vida con las personas que dan más brillo a la vida.Tan cercanas, tan distantes, tan a tu vera.
Entre suspiros y un café
19 mayo, 2018 a las 8:46 am¡Gracias por leer, comentar y compartir! 🙂
Junco Y Gacela
20 mayo, 2018 a las 10:26 amA ti por escribir 😉
Arpon Files
15 mayo, 2018 a las 8:00 pmPreciosas reflexiones e imperdible la frase “Maldita costumbre la nuestra de querer grabarlo todo, en lugar de vivirlo en directo”
Entre suspiros y un café
15 mayo, 2018 a las 8:10 pm¡Gracias, una vez más! Imperdible y real como la vida misma en esta época…
Un abrazo, Patricia.
Miss Poessía
16 mayo, 2018 a las 10:49 am¡Hola, Patricia!
Esta entrada sí que es bonica, como tú. Por fin tengo tiempo para leerte con calma y comentar, ya lo echaba de menos. Me ha encantado esta parte: «Bonicos los suspiros. Los que te pillan de sorpresa y por la cosa más simple. Y hasta insignificante. Los que te pillan sin cámara o móvil que te haga perdértelo». Maldita manía que tenemos de grabarlo todo para no perdérnoslo, sin saber que precisamente grabándolo es cuando más nos perdemos el momento presente. Porque sí, puedes regresar a ese momento más tarde viéndolo en vídeo, pero no sentirás nada porque no lo estabas viviendo realmente.
También me ha gustado mucho la parte de los regalos, cuando dices que los mejores son esos que se hacen porque sí, porque se sienten. Esos son los mejores. Yo siempre he preferido una carta, una cena o un libro que regalos caros que se hacen solo por obligación.
Y respecto a lo de las personas bonicas, estoy segura de que tú eres una de ellas. No te conozco personalmente, pero te conozco a través de las letras que nacen de tus entrañas y a veces, de esa manera, se conoce mucho mejor a alguien. Porque cuando escribimos somos nosotras, sin filtros. Yo creo que eres muy bonica, como lo que escribes, uno de esos amarillos de los que habla Albert Espinosa: «Los Amarillos son gente buena por definición, con sus defectos, pero sin malicia ni falsedad. Son personas que sólo necesitan un gesto, una mirada o una sola palabra para conseguir que cambie tu día, tu perspectiva o que tu vida dé un giro».
¡Un abrazo, feliz miércoles! ❤
Entre suspiros y un café
18 mayo, 2018 a las 6:46 pm¡Pero qué rebonica eres, Julia! Gracias por tomarte tu tiempo para leerme, pensar sobre ello y dejarme tan bonito y motivador comentario escrito.
Y gracias por verme con tan bonitos ojos, no había pensado nunca que me podríais conocer tanto a través de mis escritos, ya que siempre busco la manera de escribir con la que cualquiera pueda identificarse, más allá de centrarme únicamente en mi persona y mi vida. Me has dado una muy interesante perspectiva 🙂
¡Gracias de nuevo! Nos leemos y seguimos en contacto,
¡Un beso grande!
Pepa
17 mayo, 2018 a las 7:58 amBonico post! Un abrayo desde Berlín 🙂
Entre suspiros y un café
18 mayo, 2018 a las 5:31 pm¡Vielen Dank guapa! Espero que vaya todo muy bien 😉