Razón, estación o toda una vida.
Como el pan que dicen traen los niños al nacer, cada persona que conocemos, llega con un propósito debajo del brazo.
Y no suele ser fácil diferenciarlo o saber apreciarlo a primer golpe de vista. Ni siquiera en un segundo repaso o trascurridas varias primaveras. En algunos casos se huele desde el mismísimo principio, y en poco tiempo se confirman todas o gran parte de nuestras sospechas. Mientras que, en otros casos, no se ve hasta que las evidencias hablan por sí solas o hasta que la leche es tremenda.
Que hay veces que no hay más ciego que el que no quiere ver, mientras que en otras, verlo claro, no es tan obvio ni resulta tan claro.
Que en ocasiones, simplemente se sabe. Se siente. Algo nos lo dice, sin saber muy bien el qué. Presentimos que esta vez sí, que no es un simple “pasaba por aquí”. Que llega para largo, que no está de paso, ni para tonterías. Al menos de momento. Que quiere y pretende quedarse. Y compartir su tiempo. E invitarnos a su historia.
Y es que cada persona es toda una historia en sí misma. Una historia en pleno proceso creativo, en un continuo escribiendo, en un emocionante to be continued. Con sus fotos tanto improvisadas como ensayadas. Tanto las más impresionantes como aquellas que quedaron borrosas.
Una historia con sus personajes de todo tipo, protagonistas, secundarios y hasta suplentes. Que para todos hay cabida. Con sus mil y un hilos argumentales que se entremezclan a menudo entre sí, dándose sentido entre ellos, quitándoselo a aquello que se queda fuera
Una historia con sus más pero también con sus menos. Aquello que no todo el mundo ve o lo que no todo el mundo muestra. Sus lágrimas, sus meteduras de pata, sus “tierra trágame”. Sus anotaciones en una esquina para no olvidar detalles. Sus páginas dobladas, sus borrones, tachaduras y faltas de ortografía. Y de sentido. Y de emociones.
Historias que se asoman, que saludan, que se presentan en primera persona. Cada una a su manera. A veces con sus mejores galas para causar la mejor de las impresiones. Y en otras, con las legañas pegadas y el pelo alborotado. 100% naturales, sin complejos, sin importarle lo que otros piensen de ellas. Y que te dejan ser tú. Con toda la intención y todas tus ganas. Que no fingirlo.
Postureo cero.
Historias que enganchan, como las de los libros. Esos que devorar es poco. Esos que relees en más de una ocasión y hasta te aprendes algún fragmento de memoria. O aquellos que una vez empiezas, no consigues dejar ni por un segundo. De los que llevas contigo a todos lados, de los que cuidas como si fuera un valioso tesoro. Historias de las que te saltarías algún trozo por plantarte antes en el final.
Pero que al final, las mejores historias son las que están por inventar. Las que no están en los libros, ni serán jamás escritas. Las que no conocen de reglas, de principios prometedores ni de finales felices. Y es que las buenas historias, las de verdad, no tienen final.
Como las personas.
Lleguen con una u otra razón, para una estación concreta o con planes de quedarse toda la vida. Que cada historia es única. Y cada una de ellas importa.
Como aquellas personas con las que lo único que deseas es poder frenar el reloj, que en la distancia el tiempo vuele, mientras que estando juntos… se frene a ser posible. El tiempo, el reloj y la vida en sí misma. Que se quede lo demás en segundo plano, en reserva, es espera. Y poder quedarte allí, todo lo que quieras.
Como las personas que te dan alas. Para ser, volar y soñar. Que sacan lo mejor de ti, lo que no sabías que guardabas, incluso tu lado más payaso, tu creatividad más genuina y el sentido del humor que creías no tener. Personas que dan sin exigir. Que regalan. Que actúan sin interés
Personas con los que el café se enfría y cualquier preocupación se congela. Con las que hacerlo todo o no hacer nada, siempre es una opción muy válida. Aquellas a las que les coges cariño hasta sin pretenderlo. Poco a poco. Palabra a palabra. Abrazo a abrazo. De beso en beso. Y que razones no te faltan.
Razones. Las que cada persona pueda tener, que siempre hay alguna. Para llegar, para estar, para marcharse. O no querer hacerlo. Para echar raíces o para buscar nuevas tierras. Nuevas semillas. Nuevos aires. Nuevas personas con las que crear historias, personajes y fotografías para el recuerdo.
Y que hay personas y personas. Que cada una llega para quedarse una temporada, unos años o hasta el mismo infinito. Pero que dejar marchar a algunas de ellas… se puede lamentar demasiada vida.
Que las mejores personas, como las historias, son de carne y hueso, y están pendientes de escribirlas.
Y de vivirlas.
Patricia Ayuste.
4 Comentarios
Arpon Files
5 julio, 2018 a las 9:43 pmSi cada uno de nosotros comprendiéramos bien que cada persona es una historia y muy diferente a la de nosotros, la convivencia temporal o definitiva sería otra gran historia
Entre suspiros y un café
7 julio, 2018 a las 1:46 pmNunca mejor dicho 😉
¡Feliz fin de semana!
Paula
7 julio, 2018 a las 8:32 pmQué bonito lo que escribiste. Hay que aprovechar cada uno de los momentos que vivamos con aquellas personas que son importantes para nosotros y disfrutar al máximo, porque nunca sabes lo que te deparará la vida, pero se puede sacar lo mejor de todo aquello que nos ofrece.
Saludos, y fue un placer leerte.
Entre suspiros y un café
13 julio, 2018 a las 3:20 pmY para mí fue un placer tenerte por aquí y leer tu bonito comentario.
¡Gracias Paula! Bienvenida 🙂