Entre Suspiros y un Café
Amor propio

Cuando dudes

Una calle apenas iluminada en plena noche, un inquietante silencio como dueño del espacio y la sensación de no saber por dónde salir.

Y la duda.

La eterna duda. La que persiste pese a que siempre miras en ambas direcciones, a ambos lados, e incluso hacia detrás. Aunque no siempre hacia delante. Y que quizá por eso, no te decides a cruzar.

La duda que asoma en el momento más inoportuno y que siembra el camino de agujeros, de dinamita a punto de estallar o de un enorme precipicio que disuade de intentar saltarlo.

La duda que te interrumpe cuando vuelves a echar un vistazo a ese reloj que tantas veces has mirado ya. Esperando que algo cambie, que algo se adelante,o que tiemble el suelo bajo tus pies si hace falta.

Un reloj que no acelera ni detiene nada, por mucho que te empeñes en echarle la culpa. Unas manecillas que te recuerdan que todo sigue igual si no haces nada. Salvo el tiempo. Salvo que saltes el precipicio.

Salvo que salgas de dudas.

Por eso, cuando dudes de lo que estás haciendo, vuelve a la primera idea, a tu primer instinto, a tu primer impulso que te hizo creer que era posible. A lo que te llevó incluso a no pensar, a cerrar los ojos y lanzarte sin paracaídas. A decidir que bien valía el riesgo y que pasara lo que tuviera que pasar.

Cuando dudes de si seguir leyendo o no, pasa a la siguiente página. Al siguiente capítulo. O a la siguiente escena. No abandones en el primer bostezo, en el desencanto inicial o en aquellas líneas que no te dicen nada. Busca el sentido que te convenza para seguir leyendo o para cambiar de libro. Pero no leas a saltos, en vertical ni hagas trampas para atajar hacia el último párrafo.

Lo que hay en medio de cualquier historia siempre cuenta.  

Y, a veces, es la verdadera historia en sí.

Cuando dudes entre salir o no, recuerda cuándo fue la última.  La última pisada, la última mirada, el último abrazo. Haz memoria de aquella ilusión que dejaste a medias, por la que no caminaste lo suficiente, por la que preferiste esperar demasiado. Y que acabó escurriéndose de tus manos. Pero no de tu cabeza.

Cuando dudes entre sí o no, lanza una moneda al aire. O decide que la vas a lanzar. Probablemente entonces lo veas bien claro y salgas de dudas. Posiblemente así sientas que era más sencillo de lo que creías.

Cuando dudes de un gesto, mira si hay algo más. Que un gesto por sí solo puede decir mucho o no significar nada. Que te puede dejar con buen sabor de boca o con una amargura difícil de borrar si desconoces lo que hay detrás. Si no lo escuchas con todos tus sentidos. Porque, aunque sientas que no es gran cosa, quizá lo sea todo para quien te lo regala.

Cuando dudes entre hacer o no hacer, salta. Busca la emoción que te diga que sí, que adelante, que todo recto. Haz, deshaz y enrédate si hace falta. Que la experiencia, sea la que sea, siempre es mejor que quedarte sin saber el final. Con las dudas. O con los ganas.

Cuando dudes de si insistir un poco más o no, recuerda que no todo está en tus manos. Que hay cosas que hay que dejar pasar y guerras en las que es mejor no entrar. Al igual que hay situaciones que no se pueden cambiar por mucho empeño, tiempo o cariño que le pongas. Sean respuestas. Sea el pasado. O sean personas.

Cuando dudes de tus respuestas, aprende a hacerte buenas preguntas. A escucharte primero y a hacerte un poco más de caso. Y a tenerte siempre más en cuenta.

Cuando dudes de una promesa, hazle sitio a tu lado. A la palabra, a la promesa y la persona. Quizá decida no sentarse. Quizá decida quedarse. Pero decida lo que decida, será la decisión correcta.

Cuando dudes de todo, aprende a hacer las cuentas. A sumar lo que verdaderamente toca y a restar lo que de ninguna de las maneras. Lo que ni te hace falta, ni bien, ni ayuda. A dividir las penas para que no pesen tanto y a compartir las alegrías para que se multipliquen solas.

Cuando dudes de ti, olvídate de solucionar el mundo en una noche. Ni en un día. Ni con el mejor de tus amigos con café o cerveza en una mano. Que no es solo cuestión de ellos o de ti. Que hay ideas que vienen cuando has dejado de buscarlas, mientras que otras te encuentran cuando estás con las manos en la masa.

Que hay recetas que se cocinan mejor a fuego lento. Y con altas dosis de paciencia.

Cuando dudes de la oscuridad, aprende no solo a buscar la luz, sino a encenderla.

 

Patricia Ayuste.

 

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2 Comentarios

  • Responder
    Arpon Files
    2 February, 2020 a las 10:06 pm

    Perfectamente bien planteado y sin duda alguna. Un gran abrazo

    • Responder
      Patricia
      2 February, 2020 a las 10:18 pm

      ¡Gracias! Por leer, comentar y estar ahí.

      ¡Feliz semana libre de dudas!

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