No es cuestión de que sea 8 de marzo, de repetir hasta la saciedad eslóganes -en los que puede que ni creas-, ni de momentos concretos que sean mejor que cualquier otro.
Que no se trata de vivir en una talla concreta, de tener menos arrugas o si venimos del norte o del sur. De vestir bien, de pensar como el resto o de ser una influencer del montón. De subirse a los tacones más altos, de rezar mucho o nada o de haber conquistado las cimas más importantes.
Que no es tanto la condición de ser, sino sentir que lo somos. Mujeres. Y vivirnos. Con todo lo que ello conlleva.
Que no se trata de volcar nuestro esfuerzo en agradar. A quien sea, donde sea y cuando sea. De estar en todo momento a pie de cañón y pretender que no se nos escape ni una. Pese a lo mucho que suframos por ello y a lo mucho que renunciemos aun sin saberlo. Que mejor no rompernos en el intento de estar siempre.
Que nada como dejar de actuar bajo etiquetas que otros nos impongan. Que somos mujeres, vivamos a solas, acompañadas o en medio de la nada. Que da igual el número de hijos, el género de la pareja y el estado que ponga en el carnet. O que no lo ponga.
Que nunca, nunca, será lo mismo decidir por nosotras que permitir que otros lo hagan. U otras.
Que está más que bien no creer en todo lo que nos digan. En todo aquello en que nos intenten hacer creer y por lo que no sentamos la más mínima convicción. Que ni muchos ni pocos, que ni por venir de quien venga. Que ni por pena.
Que en quien debemos creer es en nosotras. En ir, hacer y pensar lo que queramos. Y que, decidir no ir, es una opción muy válida. Así como no quedarnos con lo primero que llegue.
Que puede que haya días que sea difícil ser una misma. Que hay momentos en que cuesta no tirar de filtros, ser fuerte y seguir en pie. Que somos como somos. Y no pasa nada. Que no gustarle a todo el mundo es siempre la mejor actitud. La de ser diferente. La de ser una misma.
Desanimarse está permitido. Y hasta puede ser inevitable en algunas ocasiones. Pero no quedarse ahí. En la pena, el desaliento, la apatía. En compadecernos continuamente o en quejarnos de todo sin ponerle remedio. Que hay que salir. Y saldremos. Y que, seguro, no seremos las mismas, seremos un poco -o mucho- mejor.
Saber que no todos los días nos dejarán buen sabor de boca, que algunos pasarán sin pena ni muchos gloria y que los habrá que desearemos borrar de una plumazo. Pero que sin los malos, no sabríamos valorar de verdad a los días realmente buenos. Que son la mayoría, si nos paramos a pensar. Y que, en realidad, la forma en que los vemos, depende de nosotras.
Que nuestra única opción real, es ser como somos. Ser nosotras. Que el resto de puestos, son pura ficción.
Que debemos seguir. A pesar de que hay muchos –y muchas- que nos interrumpan, que nos cuestionen o que nos frenen. O traten de hacerlo. Que de nosotras depende seguir mirando hacia el frente. Y andando, por lento que sea el paso. Hacernos oír, mantener nuestro voto y alimentar nuestra voluntad. Persistir si hemos decidido llegar hasta el final, hasta la cima o a la vuelta de la esquina.
Que podremos equivocarnos, mil y una veces si es necesario. Con tal de aprender. Con tal de no quedarnos donde estamos, de ir a más o de evitar ir a menos. Con tal de evitar que una nimiedad nos hunda o de que entre cualquiera en nuestra vida. Y que, no por equivocarnos, podrán decir que hemos fallado.
Que no siempre acertaremos con las decisiones que tomemos, con las palabras que digamos ni con las personas a las que amemos. Que nuestros propios actos se podrán volver en nuestra contra y que las cosas podrán torcerse a pesar de que demos lo mejor. Pero que el verdadero error será no escucharnos y callar lo que nos grite por dentro.
Que podemos estar haciéndolo muy bien, aunque nadie nos diga nada. Y que, seguro, lo estaremos haciendo bien. O intentándolo al menos. Que habrá quien nos diga que no por norma. Por hábito. Por envidia. O incluso miedo. Pero incluso, aunque nos digan lo contrario, hay que saber muy bien a quién escuchamos. Y a quién decidimos hacer caso.
Que nos debemos cuidarnos a y entre nosotras. Que entre todas, sumamos más.
Que nos debemos quedarnos más a menudo afónicas. De alegría, de emoción, de vida.
Que nos debemos prestarnos más atención y dejarnos de tanta tontería, de tanto límite, de tanta queja al aire.
Nos debemos todo eso y mucho más.
Y que seamos siempre nosotras.
Patricia Ayuste.
1 Comentario
Palabras Cosidas
20 marzo, 2020 a las 2:16 pmLo he vuelto a leer y me he vuelto a emocionar. Hay gente que piensa que ya no es necesario celebrar un día como el 8 de Marzo. Hay gente que piensa que las mujeres ya han ganado la batalla. Pero eso solo lo dicen por miedo a que seamos igual o más poderosas que los hombres. Bien, queda mucho que cambiar y camino po recorrer. Hacen falta de vez en cuando este tipo de post para concenciar a la gente.
Simplemente precioso…