Ver cómo pasa la primavera desde ventanas y balcones, pensar en todos aquellos a quienes no puedes acercarte y seguir viviendo a través de chats y videollamadas.
Nadie dijo que fuera fácil, cierto.
Aceptar como si nada un giro de casi 360 grados de la noche a la mañana, a la fuerza. Levantarte y que hayan ampliado las distancias con quienes más quieres, que debas pedir permiso cuando antes eras libre o que tengas que prestar tanta atención y cuidado a dónde pones tus manos. Y en no tocarte la cara.
Cumplir con obligaciones que no pediste y que no querías. Con aquello que te vino impuesto sin buscarlo, ni mucho menos merecerlo. Sea soledad, tristeza o la rabia de no poder hacer mucho más por remediarlo. Por sentir que lo que haces no es suficiente. Aunque sepas, que estamos todos en las mismas y que cada granito de arena suma.
Renunciar a parte de ti, de tu vida, de lo que creías que era tuyo incluso sin tenerlo. Sean esos paseos al aire libre en los que antes no pensabas. Sean esas caricias espontáneas, los saludos a quemarropa y las risas en compañía. Desear volver a todo aquello que nunca pensaste que terminaría, y en todo a lo que volverías con los ojos cerrados.
Sumergirte en un mal día demasiado a menudo. De esos que derrumban tus defensas, que te hacen dudar de ti y de todo y que volatilizan tu estado de ánimo. De esos que, piensas que acabarán pronto, pero terminan por quedarse más tiempo del debido. Siendo un día igual al otro, mientras tratas de ver el sol a pesar de las nubes, del gris y de la apatía.
Nadie dijo que resultara sencillo, Ni esto, ni la vida en general. Pero sí, que valdría la pena.
Volver a los parques, a las carreras y al aire libre. Y Sin prisas. Pero con todas las ganas. Sin el miedo escondido en cada poro, sin darle tanta vuelta a si debes o no, ni tanta barrera que te haga sentir en una jaula.
Descansar. Pero de verdad. Dormir del tirón, que las pesadillas sean ocasionales, por no decir desconocidas, y que te canses de hacer todo aquello que te gusta. Que vuelvas a arriesgar todo, menos la vida.
Subirte a trenes, metros y aviones sin un justificante más allá de porque quieres. Que nadie te interrogue por ello. Ni dude. Ni te cuestione. Que vayas donde quieras y que vuelvas si todavía lo deseas. Que eches de menos tu casa, tus raíces, tus cuatro paredes. Y que volver, sea siempre una buena opción.
O incluso la mejor.
Esperar a que las distancias se acorten de nuevo y volver a sentir el corazón en cada abrazo. En cada mirada. Y en cada beso. Que no dependa de tanta llamada, de un horario preestablecido ni de pantallas de un teléfono.
Recuperar todo aquello que hoy echas de menos. Lo verdaderamente esencial. Lo que te hace feliz, te ayuda a soñar y te emociona hasta las entrañas. Lo que no cabe en un bote de cristal, lo que no puedes tocar, pero lo puedes sentir. Todo ese largo etcétera que hoy anotas para cuando puedas.
Aquello que lo es todo, sin serlo.
Porque lo esencial es invisible. Pero está ahí.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
Arpon Files
27 abril, 2020 a las 12:52 amAñoranzas. Entretanto, debemos aprender a vivir con una situación que muchos de nosotros pensábamos imposible de ocurrir y muchos de nosotros no viviremos para ver el final de esta etapa tan compleja. Un gran abrazo y mi mayor deseo es que puedas contar, con tu excelente forma de relatar las cosas, el regreso a la normalidad.
Patricia
27 abril, 2020 a las 8:38 am¡Gracias! Yo espero que podamos remontar entre todos esta pesadilla y que sigamos entreteniéndonos y cuidándonos como estamos haciendo estos días.
Cuídate, y como siempre, gracias por leer y estar ahí ?
Un abrazo, Patricia.