La batería del móvil en números rojos, whatsapps que van y vienen como locos y las risas de los niños en la calle.
Te avisaron mil veces. Lo leíste otras muchas. En alguna ocasión incluso lo viviste de cerca. Pero nunca tan directo y real como hasta ahora. Lo de que un día echarías de menos. A alguien o algo. Incluso a ti. Que extrañarías todo aquello que has relegado al olvido sin apenas saborearlo. Todo lo que un día fue importante, pero que aprendiste a dar por sentado y a pensar demasiado pronto en lo siguiente.
Que echarías de menos y te arrepentirías de más. De todas aquellas veces que lo tuviste al lado, a tu alcance o sentado enfrente. Lo que viste sin ver. Lo que escuchaste a medias. A quien no dedicaste el tiempo que se merecía. Lo que dejaste para otro día. Todo lo que no exprimiste al máximo, al límite, ni lo que ahora sí disfrutarías sin tantas pegas.
Que te darías cuenta, al perderlo, del gran valor que tenía. De lo que sí era importante entre tanta urgencia. De lo que sí era esencial entre tanto relleno, tanto porsiacaso y tanto accesorio. Que echarías en falta la luz de una sonrisa, el sonido de una voz o un abrazo que te diera todo aquello que no se encuentra en ningún otro lugar.
Que echarías de menos el tacto piel con piel, la cercanía en todos los sentidos y el poder hablar con la mirada. El ir y venir a tu antojo. Decidir por ti y no en determinados horarios. Elegir con quién y cuándo, y no conformarte con cualquier cosa. A no infravalorar los pequeños detalles.
Que aprenderías –tarde– el valor de aquello que le daba más color a tus mejillas de lo que pensabas. De lo que te daba motivos y alas. De lo que te daba fuerzas cuando tus piernas flaqueaban. Lo que te regalaba sonrisas a cambio de nada.
Y es que, a veces, nos creemos muy listos, y estamos siendo unos auténticos bobos.
Bobos, porque un simple susto, un par de minutos o un pequeño gesto pueden ser más que suficiente parar poner tu día patas arriba. Para que aprendas de golpe y reacciones por fin. Para que las palabras cobren sentido y el arrepentimiento salga a flote. Para que te des cuenta de cuánto puedes echar en falta.
Bobos si, después de todo esto, no aprendemos nada.
Porque, sea lo que sea, en ocasiones necesitas un tremendo puñetazo sobre la mesa para despertar. Para darte cuenta de lo rápido que cambia la vida en cuestión de días. O incluso de horas. De lo cruel que puede ser a veces y de que, siempre, siempre, va en serio.
Que no siempre hay segundas oportunidades. Que, quizá sí las hay, pero nunca iguales. Pero nunca en el momento exacto en que las pides. Que es mejor que vayas a por ellas, en lugar de esperarlas. Y que, de conseguirlas, mejor aprovecharlas.
No es broma aquello de que, a veces, es ahora o nunca.
Que es mejor arriesgar que no probar, intentar que quedarte con la eterna duda. Que hoy siempre será mejor que mañana. Que la práctica también enseña teoría. Y que, por mucho que crear saber, la vida siempre te acaba sorprendiendo.
Que es mejor guardar el miedo, la preocupación y la inseguridad en un bote de cristal que dejarlos acampar a sus anchas. Saber que está ahí, pero que puedes con ello. Saber cómo se siente y que, precisamente por eso, busques vivir todo lo contrario.
Que es mejor que recuerdes que, los días que pasaste mirando por una ventana y tachando días en un calendario, no fueron en vano, que fueron por algo. Que hubo mucho lejos de tu alcance, pero hubo también mucho que sí pudiste hacer.
Que es mejor sentirte afortunado de esperar y aburrirte de no hacer nada. Y que, mientras tengas a los tuyos más o menos cerca, la espera vale la pena. Y que, lamentablemente, no todos podrán decir lo mismo cuando esto pase.
Que es mejor convertir cada mensaje que hoy recibes en un vale por un abrazo. Que acumules todos los que puedas y que no elimines ninguno. Que te los guardes para cuando puedas darlos. Y que, mientras esperas, te hagan sentir que cada día están más cerca.
Que es mejor acordarte de todo aquello con lo que en estos días sueñas, en los mil planes con los que fantaseas y en todo aquello que más echas en falta. En lo verdaderamente importante y en los primeros abrazos en los que piensas fundirte.
Para no dejarte nada pendiente cuando todo esto pase.
Patricia Ayuste.
4 Comentarios
Palabras Cosidas
3 mayo, 2020 a las 12:05 pm¡Precioso! Te mereces mucho más de lo que tienes… ❤
Patricia
3 mayo, 2020 a las 12:32 pm¡Muchas gracias! Por leer y comentar ?.
Cuídate,
Patricia.
Rodrigo
10 mayo, 2020 a las 11:31 amLa verdad, no se si vamos a aprender algo de todo esto. Yo vivo en una ciudad pequeña y veo que la gente aplaude a las 20:00 y a las 20:05 está incumpliendo las normas… Creo que seguimos funcionando a nuestra bola sin importarnos los demás. La naturaleza nos ha dado una torta a mano abierta y no sé yo si sacaremos sentido a todo esto. Espero que sí.
Buen post!!
Patricia
10 mayo, 2020 a las 12:10 pmGracias por leer Rodrigo. Yo a veces pienso como tú, pero prefiero pensar que hay gente que sí lo hace bien y que no está todo perdido.
Un abrazo, cuídate.
Patricia.