Entre Suspiros y un Café
Felicidad

Se puede ser feliz

Dicen que la felicidad no es lo que logras, sino lo que superas. Que no depende de lo de fuera. Que dura un instante y que no se compra. Que no es lo que te dicen sino lo que decides.

Y lo que haces.

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Porque hay cosas que nadie más puede hacer. Ni debería. Porque hay cosas que nadie mejor que tú. Porque, dicen, lo que das es lo que se te devuelve. Y porque todo, de alguna manera, empieza dentro y termina fuera.

Porque, en ocasiones, se trata de seguir esa corazonada que te dice que sí, que sigas, que saltes. Que no pienses tanto, que no pienses nada de nada. Porque la vida no siempre se entiende y viene sin manual de instrucciones. Porque hay cosas que te pierdes si cierras los ojos y otras que solo te encuentras cuando andas a ciegas.

Porque todo lo que sube, en algún momento baja. Que hay globos que se pinchan antes de emprender el vuelo y fuegos artificiales que se quedan sin pólvora. Que hay caídas que duelen y no hay nada a lo que agarrarte para evitarlas. Pero que se olvidan cuando vuelves a subir. Cuando miras hacia arriba. Cuando no temes mirar hacia abajo.

Que hay cosas que cuestan pero que hay que hacerlas. Por ti. Por no fingir que no pasa nada, cuando pasa de todo.

Por todas esas veces en que la vida dolió de más. Pero te demostró que no vivías a medias. Por poder reír cuando todo lo que querías era llorar. Por enfrentarte a aquello que te hacía temblar de pestañas hacia abajo. Por todas las negativas que te has tragado y nos has dejado que te calen. Que te condicionen. O que te paren.

Por no creerte menos de lo que eres.

creer

Que, a menudo, hay poco que puedas hacer. Días que se enrarecen y en los que no entiendes nada. Momentos en lo que todo está mal, en que te miras las manos y no sabes qué hacer con ellas. Y es que hay cosas que han de empezar torcidas para poder enderezarlas. Y que lo que no sale, no sale y punto.

Y hay insensateces que se convierten en las mejores locuras. En la mejor anécdota. En todo aquello que necesitabas sin saberlo. En la continuación con la que no contabas. En todo lo que te impulsa hacia delante, incluso los imposibles. Las zancadillas. Los te lo dije. Y similares.

Que hay algún que otro hilo que tensaste hasta casi romperse. Por el que tuviste que caminar haciendo equilibrios y malabares. El que pensaste no resistiría y vaya si lo hizo. Porque casi nunca sucede lo que temes. Porque lo malo no siempre se cumple, por suerte. Y porque hay miedos que solo existen en tu cabeza. Y que tienen los días contados si te lo propones.

Que, en ocasiones, se necesita cierto desorden y dejar de controlarlo todo. Poner atención y escuchar mejor. Para encontrar la fuga de agua que estaba inundándolo todo mientras mirabas hacia otro lado. Para encontrar las goteras, las grietas y los agujeros. O para apagar el fuego antes de que devenga en incendio.

Que se trata de buscar el equilibrio y compensar las veces que te lo pones difícil. Más de lo que en realidad es. Más veces de las que deberías. Y tratar de salvarte antes de notar que el barco empieza a hundirse.

Que has de escuchar más a esas ganas que te impiden frenar. Esas que da igual que nadie entienda o comparta. A ese vértigo que sientes delante de algo importante. Delante de algo que, sabes, vale la pena.

Que has de saber reconocer esos tesoros que la vida pone ante ti. Los buscados y –sobre todo- los más inesperados. Los que te demuestran que merece el esfuerzo de intentarlo. Que un último intento nunca es en vano si crees en él. Si pones todo por tu parte. Si vas con todas.

Si te decides a aprovechar todas esas oportunidades de ser feliz. Que las hay. Que todos las tenemos, aunque a algunos les cueste más verlas.

Que ser feliz pasa por hablar las cosas a tiempo. Antes de que las palabras se ahoguen, los silencios se hagan reyes y las conversaciones caduquen. Por no quedarte con nada sin decir. Por no guardarte ningún te quiero.

Que la felicidad se encuentra en esas personas a quienes puedes llamar a cualquier hora del día. Incluso de madrugada. En todos aquellos que son un trocito de ti. O tú de ellos. Sin los cuales te faltaría algo. Y junto a quienes eres más tú.

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Que la felicidad pasa por quedarte a tu lado. Siempre. Por no faltarte aunque otros lo hagan. Cuando algunos se vayan de puntillas y en silencio. Y, sobre todo, cuando se vayan los mejores. Los insustituibles.

Que puedes ser feliz con lo que ya tienes. Con las risas que son lotería. Con los brazos que son cobijo. Con los sueños que son posibles y las personas que te embelesan. Con todo lo que pondrías en mayúsculas. Y en la primera página. Y en la primera página de ese libro que leerías una y mil veces cada día.

Que puedes ser feliz con menos de lo que crees, con muy poco.

Porque la felicidad no se mide, se vive.

 

Patricia Ayuste.

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1 Comentario

  • Responder
    Pepa
    20 noviembre, 2020 a las 7:19 pm

    Me ha parecido muy emocionante leerte.
    Me identifico en cada una de tus palabras que por cierto, no pueden ser más ciertas.
    Un beso,
    Pepa

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