Entre Suspiros y un Café
Paz interior

Todo lo que queda

Dicen que donde ya se intentó todo sin ninguna clase de éxito, todo lo que queda es dar gracias.

Y decir adiós.

gracias

Que puede que no creas que las casualidades existan, que la suerte sea capaz de sonreírte y que el destino sea algo que esté todavía por escribir. Que la magia sea real, que la belleza se esconda en los pequeños detalles y que siempre haya una oportunidad esperándote en alguna parte.

Pero que, haberlas, haylas. Incluso en medio de la adversidad, como aseguraba Einstein.

A lo mejor te has hartado ya de tanta mentira, de tanto decorado –hollywoodiense o no–, o de vivir adivinando lo que se esconde tras el mejor de los maquillajes. De descubrir tanta copia barata, tanta imitación sin gracia y tanta cantidad de portadas vacías. Y de palabras que no dicen nada en absoluto.

Pero que el verdadero error es vivir a sabiendas de que llevas una venda en los ojos.

Tal vez te has cansado de correr de aquí para allá persiguiendo algún sueño que se te resiste tanto que llegas hasta a dudar. De ti. De ello. De si en realidad lo quieres o es solo eso, un sueño. Un capricho. Y ninguna necesidad.

Olvidando aquello de que si renuncias a tus sueños, ellos renunciarán a ti.

Igual has escarmentado después de algún desengaño de película, de alguna patraña sin antecedentes, de algún empujón que te hizo asomarte al precipicio. Después de haber sufrido de corazón partío, de limosnas que no te llegan ni para tiritas o de una tormenta que nunca termina. Después de repetir errores, patrones y tropiezos con la misma maldita piedra. Después de confirmar que se confunden cosas con personas. Que se intercambian unas por otras. Y que no se cuidan nada.

Sin pensar que las cosas duran casi tanto como tú las cuides. Así como las personas.

Que quizá todo ello te ha llevado a alzar un muro bien alto, a vestir mil capas y a no correr tras ninguno de tus sueños. A estar siempre a la defensiva. A intentar que la vida pase sin hacerte el más mínimo daño. Sin rozarte. Y de puntillas. A no mostrar tus ojos por miedo a que sea verdad que reflejan tu alma. A ocultar no solo tus mejores cartas.

A querer con demasiado cuidado y mucho miedo.

Todo lo que quedachica

Y es que todo lo que queda, cuando te rompes, es suspirar con fuerza, levantar los ojos del suelo y decidir cómo sales de esta. Recoger tus pedacitos que han caído tras la última sacudida, dar un paso al frente y encontrar la manera de sonreír, aunque sientas que no es el mejor momento ni te queden ganas para ello.

Todo lo que queda, cuando por fin se te cae la venda de los ojos, es elegir bien qué carreras vas a correr a partir de ahora, qué trenes vale la pena esperar –y por cuáles no vas a desesperarte– y bajo qué lluvias bailar. Aprender que no está todo perdido mientras hay una mínima posibilidad. Por pequeña que sea. Por débil que parezca.

Que siempre hay algo más que puedes hacer.

Todo lo que queda, después de la peor tormenta, es abrir los brazos a lo que está por llegar. A la calma de después. Al color tras la mezcla de negro y gris. Al olor a tierra mojada, a limpio, a pureza. A notar el suelo a tus pies, el aire en tus pulmones y la luz sobre ti.

Abrirte a la sensación de que todo empieza de nuevo.

Todo lo que queda, después de asomarte al vacío, es grabarte a fuego lo que allí sentiste. Olvidar lo que tus ojos vieron y lloraron. Olvidar todo aquello que te dijiste cuando te viste en tu peor momento. Olvidar los parches que creías que podrían funcionar. Y recordar con detalle todo aquello que te llevó allí. Al límite. Al desfiladero.

Para no volver nunca más a ello.

Todo lo que queda, cuando has dejado de creer, es volver a aquello que un día te ilusionó. A lo que una vez fue motor. A todo lo que te dio motivos para continuar cada vez que creías haberte perdido. A todas aquellas personas que no han dejado de creer en ti. A quienes no les sirven tus excusas, tus peros ni tus lloreras. Quienes te pueden devolver la esperanza con apenas unas palabras.

Volver a todo lo que pueda hacerte ver la vida desde una nueva perspectiva.

amor

Todo lo que queda, cuando sientas que nada tiene sentido, es frenar el mundo unos segundos y mirar a quienes te siguen dando la mano, incluso cuando tú la has apartado. A quienes no son escala, sino destino. A quienes te acompañan aunque no estén cerca. A quienes son abrazo en el que perderte, mirada en la que encontrar respuestas y ese todo que surgió de la nada.

Y volver a quienes son refugio en el que sentirte a salvo de todo lo que pase ahí fuera.

Todo lo que queda, cuando bajas las defensas, es aprender a defenderte de otra manera. A no huir con el primer ruido que escuches. A no dejarte el alma en cada fuego que divises. A no rendirte tras la primera ronda que pierdas. Aprender a no vivir a medias, tras cuatro paredes ni a guardar tus sueños bajo llave y silencio. Aprender a dar lo máximo. A ir a por todas.

A no dejarte nada para nunca.

Todo lo que queda, cuando crees que nada queda, eres tú.

 

 

Patricia Ayuste.

Publicaciones relacionadas

No hay comentarios

    Leave a Reply

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.