Hay dos maneras de ver la vida: una como si nada fuera un milagro y la otra como si todo fuera milagroso.”
(Albert Einstein)
Quita hierro al día a día, a los bulos que hacen ruido –y daño– y a todas las noticias que sobran y que no pasa nada si te las pierdes. A todo aquello que puede hacer tambalearse tu mundo, tus cuatro paredes, tus ganas de futuro. A todo lo que no sea un soplo de vida sino un agujero demasiado profundo y oscuro.
Aprende a llamar a las cosas por su nombre. A encontrar las palabras cuando te falten, a guardar silencio cuando no haya nada mejor que puedas decir y a romperlo cuando callarte no sea opción. Cuándo gritar para que te oigan o cuándo dejar de hablar porque no te escuchen. Ni piensen hacerlo nunca. A decir lo que piensas, a no tratar de quedar bien por el mero hecho de quedar bien. A aceptar solo cuando de verdad lo sientas. A pensar mejor antes de hablar. A contar hasta cien si hace falta. A decir basta cuando no puedas más.
A decir que no sin sentirte mal por ello.
Córtales el paso a los villanos de tu vida y déjalos fuera de combate. Saca a los monstruos que todavía se esconden debajo de tu cama y échalos de casa. Planta cara a las fobias que acumulas por el paso de los años y por las malas experiencias, y comprueba que no eran para tanto.
Y que puedes con más de lo que piensas.
Olvídate de formular teorías imposibles, de construir castillos en el aire y de querer tener todas las respuestas. De esperar que las cosas cambien porque sí. De que tu primera opción de búsqueda sea siempre fuera. De pensar que las oportunidades son infinitas. Y de no aceptar que hay cosas que terminan para que otras mejores puedan empezar.
Deja de complacer como hábito a costa de renunciar a tus sueños. De postergar tus ocasiones de felicidad. De sacrificarte por causas que no van contigo. De tratar de explicar lo que otros no quieren oír ni entender. De ir a donde no te invitan y de tratar de quedarte donde no te quieren.
Preocúpate menos de todo aquello que se te escapa de las manos. De darle menos vueltas a todo lo que no se merece más que un solo pensamiento. Trata de limar asperezas, de despejar incógnitas y de cerrar los libros cuando lleguen al final. Aunque no sea el final que esperabas. De aprender qué consejos seguir, qué historias no comprar y qué películas no van contigo. A no desanimarte cuando estés en el punto más bajo ni a dar las cosas por sentado cuando estés en lo alto.
No guardes tanto para ocasiones especiales. Ni perfumes, vestidos o sentimientos. Sal cuando te apetezca y no dejes que entre cualquiera. Piensa menos en el mañana. No esperes tanto. Ni mucho. No desaproveches ocasiones para reír ni para darte un capricho. Y que digas mucho más te quiero. Que haya menos cosas por las que te arrepientas y muchas por las que sentir que la vida vale la pena.
Que sueltes todo lo que necesitas soltar. Que encuentres el camino cuando desees volver, la paz donde reine el caos y el rayo de luz en los días más nublados. Que puedas quitar esa piedra con la que siempre tropiezas y andar como si nada.
Que seas libre de acción y no solo de palabra.
Abraza todo lo que te hace bien. Lo que hace que un día cualquiera se convierta en uno de los que cuesta olvidar. Lo que más te ayuda en tus momentos de bajón. No dejes pasar ocasiones, trenes ni bailes que te apetezcan de verdad. Llénate de lo que te recuerda la suerte que tienes.
Que pongas siempre el amor por encima de todo y no dejes que se ahogue en el día a día, entre las grietas de los malos momentos o entre las crisis de la rutina. Que aprendas a decir adiós, a sanar heridas y a que las pérdidas no te hundan en la misma miseria.
Disfruta con lo que tienes delante. Con todo lo que puede hacerte feliz si te lo permites y si no lo pierdes de vista. Con cada mínimo detalle. Con cada segundo del día. Con aquello que deberías esforzarte para no perder. Con todo lo que echarías demasiado en falta en caso de no estar.
Quédate con lo imprescindible, con lo que más feliz te hace, con todo aquello sin lo cual no serías quien eres. Con todo lo que tiene un sentido y un lugar. Con todo lo que ha llegado para quedarse. Sea una vida o apenas unas horas.
Y rodéate de quienes acompañan no solo en las buenas.
Que tengas siempre a quien recurrir. Quien te coja el teléfono incluso de madrugada. Quien se ría contigo y no de ti. Quien te sea sincero, haga sencillo lo difícil y te sepa curar hasta sin palabras. Quien te abrigue cuando el frío golpee y haga del mundo un lugar más bonito en donde vivir.
Que llegues a ese punto en que tu vida te parece mejor que cualquier película.
Y descomplica todo lo que puedas hasta ser feliz.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
Pepa
2 abril, 2021 a las 4:25 pmComo siempre, es un placer leerte.
Que inspirador y cuanta razón.
Un abrazo.
Patricia Ayuste
3 abril, 2021 a las 9:28 am¡Gracias a ti, bonita! Por estar siempre al otro lado 😉
Un abrazo enorme 🙂