Es fácil tratar de esconderte cuando sientes que no encajas. Cuando te sientes fuera de la pecera, de tu esencia, de tus posibilidades. Cuando crees que has metido la pata en el momento menos apropiado y que tienes todas las miradas puestas en ti. Cuando más importante era acertar. Sin darte cuenta de que el éxito consiste en ser tú, en no tratar de agradar a nadie más que a ti y en saber qué etapas cerrar.
Y sobresalir en lugar de encajar.
Es fácil que todo lo que quieras sea huir cuando la cosa se ponga más bien fea. Desmoronarte cuando todo esté en tu contra, las malas noticias se sucedan y los días se vuelvan difíciles. Dejar las cosas a medias. No querer dar un paso más cuando te has cansado de andar. Cuando te duelen los pies, el camino está lleno de barro y crees que vas en contra dirección. Pero deberás perderte muchas veces y equivocarte de caminos para encontrar tu rumbo. Para aprender a orientarte en la nada.
Para aprender que todos los caminos te llevan a algún sitio.
Es fácil tener la tentación de bajar los brazos cuando sientes que ya lo hiciste todo. Que diste lo mejor y no sirvió de nada. Que todo fue en vano, o casi. Que estás bien lejos de tus sueños, que las cosas se han vuelto demasiado complicadas o que no te quedan más cartuchos por quemar. Sin pensar que el último intento puede ser el que funcione.
Y que aún tienes alguna llave con la que abrir esa maldita puerta.
Es fácil ilusionarte a simple vista. Por lo que deslumbra. Por lo bonito. Por lo que enamora. Por lo que parece y en realidad no es. Que te engañen con todas las de la ley. Sentir que tienes todas las de perder. Pero que sepas que las cosas siempre caen por su propio peso. Que buscar culpables impide encontrar soluciones.
Y que todo, al igual que llega, pasa.
Es fácil pensar que puedes vivir sin romperte. Y tratar de no hacerlo. Poner distancia con cualquier amenaza, cualquier roce, cualquier riesgo. Poner todo tu empeño en no tentar al azar ni a tu buena suerte. Alejarte de todo aquello que te pueda hacer temblar, que te haga perder el equilibrio o dolerte en exceso. Huir de lo que pueda robarte lo que más quieres. Lo que pueda partirte en dos. Sin saber que es cuando te rompes, cuando averiguas lo que llevas por dentro, lo fuerte que eres y de lo que eres capaz. Lo que te permite reconstruirte.
Que solo cuando algo se rompe, algo nuevo florece. Y que las mejores cosas siempre salen del interior.
Es fácil que, queriendo decir mucho, termines por no decir nada. Que no consigas que te salga la voz. Que no consigas abrir la boca y sientas que las emociones te desbordan. Que necesites subtítulos, traducciones, intérpretes. Que notes la rabia, la impotencia, el desespero, por saber bien lo que quieres. Pero no saber decirlo. Ni pedirlo. Pero como dicen, nunca es tarde. Que no importa tanto que las palabras sean adecuadas como que sean sinceras.
Y que eres lo que haces, no lo que dices.
Es fácil complicarte de más. Estropear las cosas en el peor momento. Temer a lo que no deberías. Echar raíces donde duele, añorar de más el pasado y vivir de recuerdos. Olvidarte de lo importante. De ti. Pretender que todo salga perfecto, estar siempre al mando y que poco o nada te sorprenda, para mal. Sin darte cuenta de que algunas tormentas vienen a limpiar tu camino.
Que has de aprender a quién sacar de tu vida y con quien complicarte.
Es fácil pensar que mañana tendrás tiempo. Que es infinito. Que las cosas siempre pueden esperar. Caer en la trampa de dejarlo todo para otro momento, de creer que las respuestas vienen solas y dejar en otros hombros aquello que más te afronta. Que solo cuando entiendas que hoy es el mejor momento, habrás aprendido de qué va esto. Que una mala elección siempre es mejor que no decidirte. Que las oportunidades tienen fecha de caducidad.
Y que el tiempo es siempre ahora.
Es bien fácil seguir las modas. Lo que otros dicen o piensan. Y dejarte arrastrar. Dejar de pensar por ti, y en ti. No saber defenderte. Compararte constantemente. Anhelar y suspirar por lo que otros son. Enrabietarte con tu –supuesta– falta de cualidades, oportunidades y suerte. Olvidarte de ser tu mejor versión, de apostar por ti, de perdonarte más. Sin pensar que solo cuando crees en ti, eres capaz de cualquier cosa.
Que tu vida real empieza cuando dejas atrás tus miedos.
Es fácil que te abandonen en algún momento. Perder personas, abrazos, recuerdos. Que se vayan de la noche a la mañana. Que sientas un enorme vacío, desilusión y soledad. Que pienses que has perdido el norte, el apoyo, el espíritu, que a solas no vas a saber continuar. Que temas que la gente esté de paso. Pero, al final, siempre se quedan quienes mereces. Quienes no están de paso. Quienes vinieron para estar.
Y que, quien te quiere, no te deja ir así como así.
Es fácil olvidarte de la importancia que tienes. De la poca que te das, a veces. De esa manía de dejarte, a menudo, en el limbo, en el miedo, en la nada. De tratar de poner etiquetas a todo. De empeñarte en mirar hacia el lado equivocado. Y de arriesgar más bien poco. Sin pensar que no has de estar mal para empezar a cuidarte, sino cuidarte para estar mejor.
Que ser feliz es una decisión. Al igual que no sentirte culpable por decir que no.
Y puede que la vida no sea fácil, pero merece la pena por todas las cosas buenas que hay en ella.
Patricia Ayuste.
4 Comentarios
Anabel
11 April, 2021 a las 9:29 pmGracias Patricia ?
Todos los caminos te llevan a algún sitio…..
Qué bonito y qué verdad. !!
Patricia Ayuste
12 April, 2021 a las 7:18 am¡Gracias, Anabel! Me alegra mucho que te haya gustado mi texto.
Bienvenida ?
Chiruca mp
3 May, 2021 a las 8:30 amDices una gran verdad:
” todo lo que llega, pasa”
Cierto, pues lo bueno , que aveces dura “un suspiro” y lo malo que nos da la sensación de durar “infinito”
Me gusta mucho tu forma clara de expresar sentimientos
Patricia Ayuste
3 May, 2021 a las 8:48 am¡Muchas gracias! Me alegra que coincidas conmigo 😉
Gracias por leer y comentar. ¡Feliz día!
Patricia.