Entre Suspiros y un Café
Amor propio

En primera persona

La mejor manera de aprender es cuando sientes la vida en la piel y vives en directo. Cuando escuchas esa voz que te habla –o grita– desde tu interior. Cuando no evitas aquello que te encoge las entrañas. Cuando te centras en lo que te acelera el corazón.

piel

Cuando te pegas un buen batacazo. Los pequeños, por desgracia, no suelen ser suficientes. Ese momento en que el mundo te frena aunque no quieras, te deja fuera de ti por completo y fuera de lo que hasta ahora creías que controlabas. Te despierta de sopetón al tirarte agua helada sobre la cara y te abre los ojos a lo que no veías o no querías ver. A esa marea que te arrastraba mar adentro. A lo que te negabas a reconocer.

Aprendes cuando no tienes más remedio que enfrentar la realidad y las consecuencias, demasiado amargas para tu gusto. Cuando descubres que mirabas sin ver, huías a sabiendas y evitabas en exceso. Que podrías haberte ahorrado la gran leche. Que las cosas que han de pasar, pasan. Que te puedes quemar si con fuego juegas, que la capa de hielo se rompe si la tratas a patadas y que las heridas sangran si sigues hurgando en ellas.

Llega un momento en el que toca poner frenos. Límites. Barreras. Y tomar decisiones. Dejar de pensar que disimular sirve para algo. Dejar de aparentar que todo está bien, cuando no lo está. Cuando no sabes ni por dónde empezar y te aterra pensar en qué viene a continuación. Cuando sabes que tropiezas con la misma piedra una y otra vez. Cuando te das cuenta de que no sirve de nada que permanezcas en la sombra, que esperes que cambie tu suerte o que te repartan otras cartas.

Que los marrones solo se solucionan plantándoles cara.

Encarando uno a uno tus miedos. Los que guardas bajo llave y te asfixian cuando amenazan con salir a la superficie. Sacar tus grandes peros y tus peores pesadillas. Tus esquirlas. Tus bordes puntiagudos. Tus cristales rotos. Las tiritas que nada curan. Las lagunas y vacíos que te empeñas en rellenar a la fuerza. Las carencias que te limitas a ignorar, a mirar hacia otro lado, a hacer como si no existieran.

Y tratar de darle la vuelta a todo y que tú seas lo primero.

miedo

Escucharte mejor. Hablar con tus silencios, con tus prisas, con tus manías. Hacer caso cuando tus pulmones no responden, tus nervios te traicionan y tus pulsaciones se disparan. Dejar de oír solo lo que viene de fuera para hacer más caso a lo que llevas por dentro. Lo que te ronronea. Lo que te seduce. Lo que te alarma. Hacer más caso a tu sexto sentido, a las señales que son bien claras, a los indicios que tienes ante tus narices. Pedir ayuda solo a quien pueda ayudarte. A quien sepa escucharte. A quien quiera que salgas a flote.

Darte cuenta de que tienes más respuestas de las que crees. Y recursos. Y salidas.

No dejarte nada para luego, para mañana, para nunca. No esconderte detrás de falsas promesas que no piensas cumplir ni esperar a que sea demasiado tarde. Y dejarte de tantas dudas. Tomar el mando de tus días. Guiar la dirección de tus pasos. Coger el timón de tus sueños.

Aceptar que no siempre aciertas, pero que te equivocas cada vez que no lo intentas.

Perder el miedo al mañana y centrarte en lo que hoy tienes delante. En quienes están cerca. En los viajes que no se repiten. En las oportunidades que vuelan. Preguntarte si en un año recordarás lo que hoy te preocupa y olvidarte de todo lo que sabes que no debería inquietarte. Quitarle hierro a lo urgente para dárselo a lo importante.

Saber a quién decir no. Y decírselo. No andarte con paños calientes, con medias tintas ni con tantas renuncias. Aprender que no todo aquel que está a tu lado, lo está realmente. Que hay quien está de paso o por interés. Aprender de quienes sí están, de quienes aceptan un no por respuesta, de quienes se quedan cuando te rompes. Quienes te ayudan a recomponerte aunque no se lo pidas. Y sin que lo notes.

persona

Dejarte de parches. De trampear tu vida, lo que te dices, lo que haces. Y aprender que no siempre hay un después. Que postergar por costumbre poco ayuda y que lo valiente es ir a por lo que quieres. En serio y no solo de palabra.

Darte cuenta de que una mala racha puede ser tan solo la antesala de una gran época. Comprender que apuestas por ti o pierdes la partida. Que aprendes de tus errores o dejas que el lobo te devore. Que hay cosas que caen por su propio peso, otras que has de poner en su sitio y otras que has de dejar que sigan su camino.

Que lo inteligente es ser puntual con tu propia vida.

Que nada peor que dejarte para después.

Y que la mejor manera de aprender es cuando vives en primera persona.

 

Patricia Ayuste.

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