La vida, con el tiempo, te enseña que lo importante no es lo que tienes, sino lo mucho que vales.
Que es necesario que des esquinazo a todo lo que te resta. A lo que te merma. A lo que te apaga y tiene remedio. A los sacrificios que ya sabes de antemano que son en vano. A las losas que no son tuyas y que cargas sin darte cuenta. O queriendo salvar a alguien. O al mismísimo mundo. A mentirte cuando hay demasiado en juego, a dejarte vencer por el miedo y a ir contra tus propios deseos.
Aprende que las piezas no siempre encajan, que no todos los interrogantes tienen respuesta y que es necesario descartar ciertas batallas. Ciertos desgastes. Ciertas emboscadas. Saber cuándo echar a correr y no claudicar antes de tiempo. Sobrevivir a las reglas no escritas, a la realidad edulcorada y a los estándares que imperan. A salirte de ellos siempre que quieras.
Y a no medir tu vida por derrotas sino por sonrisas.
Acepta que, a veces, necesitas romperte por completo para poder unir tus piezas y recomponerte. Que aunque hay daños que debes evitar, los hay que se convierten en tu mejor maestro. Que dejar algunas cosas para otro momento puede ser el peor error posible, que, por mucho que te empeñes, el futuro es impredecible y que siempre hay algo más que puedas hacer por ti.
Y que no es cuestión de tenerlo todo, sino de ser feliz.
Que necesitas seguir adelante aunque te sientas un mar de dudas. Aunque haya quien cuestione tus pasos, te dé la espalda y pisotee tus alegrías. Aunque no sepas a ciencia cierta si haces bien, si lo estás haciendo estrepitosamente mal o si nadas a contracorriente. Aunque sientas que desentonas entre tanta normalidad.
Y sigue adelante, sobre todo, cuando sientas que destacas entre tanta mediocridad.
Hacer las paces contigo, darte más treguas y dejar de ser tu peor enemigo. De ponerte trabas, de sentir que te quedas atrás y que tus sonrisas son más bien escasas. Aprende a olvidar más rápido y a perdonar antes. A dar menos vueltas y a seguir tu instinto. A que los nervios no te roben más segundos de los necesarios. A darle a cada cosa su tiempo y a cada persona su espacio. A vivir conforme tus sentimientos, tus propias excepciones y tus verdaderos sueños.
Saber a quién hacer caso, a quién ignorar y qué dejar a un lado.
Memorizarte el camino que te traiga de vuelta a ti. El que te ayude a encontrarte por mucho que te desorientes. El que tiene más respuestas de las que crees. El que las tiene todas o la manera de llegar hasta ellas. De sacarte de cualquier aprieto, atravesar cualquier turbulencia y levantarte pese a haberte caído a lo grande.
Que te vayas feliz a la cama con lo que has hecho, con lo que has logrado, con lo que estás sintiendo. Que veas siempre la luz en lugar de sombras y tus aciertos sobre tus fallos. Que te acostumbres a vivir en primer plano, a hacer planes contigo y a pensar más en lo que mejor te sienta.
Guarda siempre un as bajo la manga, unas palabras de ánimo en los momentos bajos y una buena salida por si todo falla. Saca tiempo para lo que es verdaderamente importante, olvida lo que no viene a cuento y no pierdas tanto el norte por lo que parece urgente. Y que, en realidad, no lo es. Que no todo es asunto de vida o muerte.
Que has de saber decir no, a qué decir que sí y en dónde poner tus ganas.
Prioriza lo que te mereces, lo que te mueve y lo que te impulsa. Encuentra la forma de dar el cien por cien como mínimo. No te hagas de menos ni te niegues posibilidades. No dejes de suspirar por lo que quieres y haz todo lo que esté en tus manos para que tus sueños estén a tu alcance. Se vuelvan más probables.
Y se conviertan en reales.
Ten siempre presente a quién puedes darle la mano y dejar que te guíe con los ojos cerrados. Quien te diga por dónde sí y por dónde mejor que no, aunque tú decidas hacer lo que quieras. Quien te eche de menos de verdad. Quien sepa escucharte, te cuide como necesitas y te ponga siempre en el lugar que te corresponde.
Quien te diga –y te demuestre- que te quiere no sólo con emoticonos.
Busca que la calidad prime sobre la cantidad. Que los comienzos sean emocionantes. Y que lo imperfecto se vuelva perfecto. Que no te arrepientas de las decisiones que tomes, de los trenes en los que viajes y de los besos que regales. Que no esperes a que todo esté perdido para reaccionar ni a llegar al final del camino para ser feliz.
Que te marches cuando toca y te quedes donde lo sientas.
Que pierdas el miedo de ser tú, de seguir tus razones y apostar por ti. Que cambies los dramas XXL por las risas contagiosas. Por bailes bajo la lluvia. Por abrazos de los que curan. Que te aplaudas con todas tus fuerzas.
Que encuentres la forma de quitarte ataduras, de que permanecer a tu lado valga la pena y de que te llegue el aire a los pulmones.
Y hacer las cosas de la mejor forma posible: a tu manera.
Patricia Ayuste.
4 Comentarios
Pepa Diana Ferreres
4 February, 2022 a las 3:28 pmHola soy Diana, me encanta tu lectura disfruto con tu optimismo que es contagioso
Graciaspor estar ahí
Patricia Ayuste
4 February, 2022 a las 7:24 pmHola, Diana, ¡bienvenida!
Me alegra mucho que te guste. Gracias a ti por leer y dejarme este bonito comentario.
Un saludo,
Patricia.
Pepa
4 February, 2022 a las 6:58 pmMe siento muy identificada con este post tan inspirador. Soy mucho de vivir a mi manera y lo hago de manera similar a cómo tú lo cuentas. Me ha encantado, como siempre.
Te envío un abrazo enorme.
Patricia Ayuste
4 February, 2022 a las 7:26 pm¡Hola, Efi!
Ciero, por tus publicaciones veo que vives en primera persona y de una manera la mar de inspiradora 😉.
¡Un abrazo enorme!