Dicen que cuando hay ilusión no existen los límites, que sólo cuando te atreves a vivir grandes fracasos terminas logrando grandes éxitos y que, si no sales con el propósito de ir a por todo, es mejor que no vayas a ninguna parte.
Que necesitas cansarte de las mentiras de siempre, de las palabras vacías y de las promesas que se vuelan con el viento. De hacer como que todo va bien y seguir como si nada. De esperar, en balde y sin remedio, lo que no ha de llegar, las vueltas, las gracias. Y soltar todo aquello que se quedó por el camino y que sabes bien que no volverá.
Dejar de perdonar lo imperdonable, de perdonarlo todo y de ponértelo siempre tan difícil.
Recuerda que la vida es demasiado breve para darle mil vueltas a todo. Que la distancia a la que te encuentras de la felicidad se traduce en los pasos que no te atreves a dar. En los infinitos planes que haces y las infinitas excusas que inventas para vivirlos. En las grandes celebraciones que dejas para cuando sea el momento. Como si aquí y ahora no lo fuera.
Olvidas que la felicidad se te escapa un poco cada vez que guardas algo para una ocasión especial.
Aprende a restar importancia, peso y amargura a todo lo que te provoque arrugas en lugar de risas. Recargar la gasolina antes de que tu energía termine en números rojos, acelerar cuando notes que te hundes en el barro y frenar cuando sientas que el paisaje no acompaña. Que algo falla.
O que no estás donde te gustaría verte.
Decide sin tanto miedo, sin tanta ansia, sin tanta duda. Que lo mejor, a menudo, viene de tus peores errores. De los momentos más negros. De tus grandes batacazos. De cuando crees que lo has perdido todo y, sin embargo, es cuando tienes todas las de ganar. Cuando no temes lo que pueda pasar, sino lo que podrías perderte por no dar ese paso. Por no atreverte. Por no saltar.
Cuando aceptas que aunque nada es seguro, todo es posible.
Recuerda que todo pasa, incluso lo malo. Que ser feliz en una decisión, un viaje y un modo de tomarte la vida. Que nada ganas cuando te pierdes en agoreros futuros, en preocupaciones excesivas, en límites irreales. Que desaprovechas el tiempo cuando piensas que los segundos son inútiles y los minutos no son suficientes.
Y cuando olvidas que el tiempo siempre es el ahora.
Que tengas presente que cuando el sol se pone hay muchas oportunidades que mueren, pero que siempre amanece de nuevo. Que lo importante no es lo que dices, ni lo que prometes, sino lo que de verdad cumples. Que desaprovechas cada mensaje que dejas en formato borrador, con la intención de editarlo, ponerlo “bonito” y enviarlo en el momento oportuno, que no siempre llega.
Y que, a menudo, la única manera de tomar un tren a tiempo es perdiendo el tren anterior.
No pierdas el hábito de reír por todo y por nada. Y con todas tus ganas. De tomarte los respiros que necesites y de encontrar la forma de seguir adelante cuando las cosas se tuerzan un poco. O bastante. Que recuperes la ilusión una vez más cuando creas perderla.
Y no abandones cuando sientas que todavía te quedan boletos que jugar, cartuchos que quemar y vueltas que vivir.
Quiérete más y mejor. Aprende a alejar las dudas que nada aportan, a hacerte fuerte de nadar a contracorriente y a levantarte cada vez que te das de bruces contra el suelo. Aprende también de quién rodearte y a quien mantener a raya. A quién no echar de menos y junto a quién sentirte libre. Y fuerte.
Aprende a regar con mimo aquello que más te importa. A dejar que las semillas broten, que las raíces se agarren a la tierra y que los sueños crezcan. Dale a cada cosa su espacio y su tiempo. Y a cada persona la oportunidad que se merece.
Ponte muchas más veces delante y aprende a no vivir en segundo plano.
Recuerda abrazar en cada ocasión que tengas, acortar las distancias con quienes de verdad te importan y dar cuantos más saltos mejor. A dejar el miedo cuando salgas de casa y a encontrar tu faro cada vez que te pierdas.
No te arrepientas cuando decidas no llegar a todo, romper tus propias reglas y dejar a medias lo que no te llene.
Y aprende a salir a por todas, cueste lo que cueste.
Patricia Ayuste.
No hay comentarios