Dicen que pensar que no eres mejor que nadie, ya te hace mejor que muchos. Que no necesitas competir con nadie, sino ser tu mejor versión cada día.
Y que puede que no seas mejor que nadie, pero nadie es mejor que tú.
Porque nadie mejor que tú para saber cuáles son tus líneas rojas y cuál es el peligro de cruzarlas. Qué te conviene y qué es mejor que evites. En qué jardines es mejor que no entres, en qué batallas has perdido antes incluso de entrar en el campo y en qué discusiones no vale la pena que pierdas el tiempo. Ni las fuerzas. Ni la esperanza.
Así como no permitir que vuelva lo que nunca debió tener sitio ni en tu vida, ni en tus preocupaciones.
Nadie mejor que tú para aprender de tus peores errores, de tus salidas de tiesto más ridículas y de tus intentos fallidos. Saber cuándo necesitas pararte a respirar, dejar de insistir en lo que ves que no tiene remedio o frenar a tiempo para no arder en combustión espontánea.
Recuerda que hay quemaduras que nunca se borran.
Nadie mejor que tú para decidir lo que es paja y lo que es semilla. Lo que ocupa demasiado espacio en tu día a día y que, sin embargo, poco –o ningún– bien te hace. Lo que debes soltar ya mismo, sin ningún tipo de miedo. Por tu bien. Por tu paz. Sean esos compromisos que te asfixian, esas rutinas vacías que te aburren o esas urgencias que otros crearon y que no van contigo.
Se acabó el tiempo de esperar en el banquillo o de vivir en modo borrador.
Nadie mejor que tú para decidir lo que merece ser portada de tu vida. Para poner delante y en primera fila lo que no puede ir en ningún otro sitio. Para escribir en mayúsculas todo aquello que es importante para ti, sin importar que no lo sea para los demás. Para elegir lo que tiene espacio en tu guion y lo que sobra. Para priorizar lo que te hace feliz de veras, lo que te da motivos para seguir persiguiendo tus sueños y con lo que te sientes fuerte y capaz de cualquier cosa.
Nadie mejor que tú para hacer sitio a lo que, sí o sí, necesitas en tu día a día.
Nadie mejor que tú para aprovechar cada oportunidad que se te presente, hasta las menos evidentes. Para arriesgar, aunque tus probabilidades sean mínimas. Para cumplir tus planes, lograr tus metas y vivir en primera persona. Para lanzarte más al vacío, subirte a cualquier escenario y reorientarte bajo la peor tormenta. Sin tanto ensayo, sin tantas dudas, sin tantos miedos.
Y recordarte que no sólo eres capaz de lograr lo que quieres, sino que, además, vales mucho más de lo que reconoces.
Nadie mejor que tú para decir que no a lo que no va contigo. Para plantarte ante lo que, en el fondo y no tan en el fondo, te molesta. Para alejarte de los dramas continuos, de lo que te resta energía, de lo que te hace dudar de ti como norma general. Para salirte de los círculos viciosos, de los triángulos de las Bermudas y de cualquier ratonera en la que no quieras estar.
Nadie mejor que tú para saber cuáles son tus mínimos. Lo que te sienta bien, lo que te hace feliz y lo que es innegociable. Lo que te da el extra de energía, de alegría y de esperanza que en momentos claves necesitas. Y que puede ser determinante. Que sólo tú sabes cuáles son tus prioridades, qué lágrimas no valen la pena y qué sueños merecen hasta el último de tus minutos.
Que sólo tú puedes lograr que algunos finales se conviertan en tus mejores comienzos.
Nadie mejor que tú para saber quién está y quién está de más. Quién es abrigo, del bueno. Quién es cariño, del verdadero. Quién es compañía, de la que acompaña. Quién te quiere sin reservas y te cuida sin que se lo pidas. Quien te arregla las alas cuando se te rompen y sonríe cuando emprendes de una vez el vuelo. Quién te acompañaría hasta el mismísimo fin del mundo. Junto a quien un café es suficiente para solucionar el mundo, con quien darlo todo sin miedo a que te roben nada y junto a quien el resultado salga siempre en positivo.
Junto a quien sabes –y sientes– que la suerte te sonríe.
Nadie mejor que tú para confiar en ti. Para exigirte menos y disfrutar mucho más. Para perder el miedo a las curvas de la vida. A sus idas y venidas, a sus semáforos en ámbar, a sus cuestas y sus bajadas. Para esperar que tus cuentas te salgan, que siempre des con la manera de encontrar tu norte y que tus imposibles dejen de serlo.
Nadie mejor que tú para apuntarte a todo lo que te remueva por dentro, a lo que sientas que te llama por tu nombre, a lo que da sentido a tus días. A tus madrugadas y madrugones. E, incluso, a las noches de insomnio y miedo.
Nadie mejor que tú para escuchar a tu cabeza, pero también a tu corazón.
Y para vivir sabiendo que cada día es único. Y la vida, demasiado breve.
Patricia Ayuste.
4 Comentarios
Andrea
11 junio, 2023 a las 11:22 pmSomos la persona con la que vamos a pasar la vida entera.
Me ha gustado muchísimo 💜
Entre suspiros y un café
18 junio, 2023 a las 2:19 pmMe alegro mucho, Andrea, de que hayas disfrutado de la lectura :).
¡Un saludo!
Pepa
23 junio, 2023 a las 4:39 pmTotalmente de acuerdo. Como siempre me has inspirado mucho y me ha encantado leerte.
Un abrazo desde Berlín,
Entre suspiros y un café
23 junio, 2023 a las 8:47 pmGracias por pasarte de nuevo por aquí, me alegra haberte servido de inspiración 🙂
Un abrazo grande, Efi.