En la vida, nos recuerda el Dalai Lama, sólo hay dos únicos días en los que no puedes influir ni cambiar: el ayer y el mañana.
Que vivir pendiente por el futuro te hace perderte el presente y que el «ahora» es el mejor momento y el «aquí» el mejor lugar posible.
Que es con el tiempo con el que aprendes que hacer las paces con tu pasado te puede salvar. Como dejar de pensar tanto en el ayer, en lo que fue y en lo que no fue. Aceptar que hay situaciones que ya no puedes cambiar, que lo que salió mal no puede ser el único filtro de tus decisiones ni el motor de tus acciones y que nada ganas quedándote donde poco o nada puedes hacer. Donde no te buscan más. Donde no puedes brillar.
Recuerda que las palabras, el tiempo y las oportunidades se aprovechan en el momento, porque no siempre vuelven.
Como hay ciertas historias, ciertas situaciones, ciertas personas que no deberían volver. Aquello que, desde hace mucho, no funciona. Aquello que te genera un nudo en el estómago que no sabes bien cómo explicar. Aquello que te hace daño y que, en tu fuero interno, sabes bien que no quieres soportar más. Aprende que cortar por lo sano y decir adiós, a menudo, es la mejor decisión que puedes tomar. Por ti, por tus sueños. Por mantener tu propia paz.
Porque hay situaciones y personas que, aunque forman parte de tu historia, no son ni tu futuro, ni tu destino.
Porque hay heridas, cargas y lágrimas que no te hacen ningún bien y te dificultar seguir en pie. E, incluso, seguir adelante. Porque lo que no se soluciona, se enquista. Porque hay heridas que no dejan de doler mientras te acuerdas de ellas. Mientras sigues dándoles importancia. Mientras sigues dando más peso a lo malo que a lo bueno, a lo que te daña, a lo que te empequeñece. A lo que te roba la ilusión, te resta esperanza y te aleja de tu presente.
Piensa que hay oportunidades esperando a que sueltes lo que debes soltar.
Los años te enseñan que, cada cierto tiempo, es vital que cambies de aires. De horizontes. Y hasta de sueños. Que juegues con el enfoque hasta encontrar unas nuevas vistas que te vuelvan a ilusionar y que pongas el foco en lo verdaderamente importante. En lo que arregla tus bajones, en lo que llena tus vacíos, en lo que cura cualquiera de tus heridas, por leve o profunda que sea. Como es necesario, también, inclinarte por ver el lado bueno de las cosas y de las personas, en lugar de darle tantas vueltas a aquello que te resta. Lo que te vacía. Lo que nubla hasta el más soleado de tus días.
Dar más espacio a lo que te hace sentir que no necesitas nada más para ser feliz. A todo aquello que te llena de paz.
Y quitárselo a aquello que te resta tranquilidad. A lo que no te deja dormir bien por miedo a lo que pueda pasar. A la preocupación de un mañana que todavía está por llegar. A la incertidumbre sobre si será o no será lo que esperas, si lograrás o no lo que buscas, si encontrarás lo que hoy echas en falta.
Piensa que sólo cuando dejas de preocuparte por lo que va a ocurrir empiezas a disfrutar de lo que, en este preciso momento, está ocurriendo.
Cuando te centras en pensar mucho menos y en sentir todo lo que puedas. En cambiar el foco y ponerlo donde toca: en ti. En el ahora. En lo que tienes delante. En todo lo que puedes lograr si te lo propones. En todo lo que, sí o sí, puedes disfrutar en este instante. En lo que, si no aprovechas ahora, quizá no vuelva a darse.
Porque la vida es hoy.
Es aprender a ser feliz, sin esperar a que llegue el viernes. Es ver más allá de las imperfecciones y saborear hasta los detalles más pequeños. Cuando piensas menos en lo que te falta y más en lo que te rodea. Cuando aceptas que tienes suficiente. Cuando aprendes que la felicidad no es un destino, sino el camino. Una actitud que tomar. Una decisión que depende de ti. Cuando aprendes que, si eres feliz hoy, mañana tendrás un recuerdo feliz.
Cuando haces hueco a todas esas cosas, que no son cosas, pero que te llenan el alma.
Como también te llenan de vida esas personas que te demuestran aquello de que la felicidad compartida, vale el doble. O incluso más. Quienes son luz, también en medio de la oscuridad. Quienes dejan marca, pero nunca herida. Quienes se quedan por voluntad propia. Quienes te hacen reír y el tiempo a su lado pasa volando.
Porque el tiempo y la vida son más bonitos junto a esas personas que te hacen feliz sin hacer nada especial.
Como especial puede ser todo aquello a lo que quieras dar hoy importancia. A lo que des prioridad en tu día a día. A lo que pongas delante de lo que pueda esperar. En lo que vuelques todos tus esfuerzos, todas tus ilusiones, todo tu tiempo. Lo que puede hacer que hoy sea el día en que todo cambie, en que empiece aquello que tanto esperabas o que logres aquello con lo que desde hace tanto tiempo soñabas.
Porque el día de hoy hoy puede ser el comienzo de todo lo que te propongas.
Puede ser el momento de empezar a creer de verdad en ti y no quitarte méritos ni hacerte de menos.
El momento de empezar a tener más presente lo mucho que vales, aunque en algunos lugares no quieran apreciarlo y ciertas personas no sepan verlo.
El momento de agradecer lo mucho que has aprendido de los malos ratos y cada nuevo día que la vida te regala.
Y recordar que todo lugar es aquí y todo momento es ahora.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
Cristina
2 julio, 2023 a las 9:55 pmEspectacular tú, tus palabras, cada email con esa energía, esa luz, esa dulzura o crudeza. Es absolutamente increíble lo que trasmites y cómo haces que nos sintamos identificados con esos pensamientos, con esos sentimientos. Te leo desde hace muchos años, y nunca me atreví a mostrarte mi gratitud y admiración. GRACIAS. ENHORABUENA.
Patricia Ayuste
4 julio, 2023 a las 8:38 pmMuchísimas gracias, Cristina. Me alegro mucho de que te hayas animado a dejarme tan bonito comentario, por lectores como tú sigo escribiendo y compartiendo mis reflexiones.
Gracias por tus bonitas palabras, un abrazo enorme.
Patricia.