Donde tienes libertad para ir y venir, para elegir, para decidir por tu cuenta. Donde sientes que te respetan, te cuidan y te dan todo el margen que necesitas. Donde te dan aliento cuando las fuerzas te fallan.
Donde tus ideas se multiplican solas y se expanden en proporción a tus ganas. Y a tus sueños.
Quédate donde te llaman solo por escuchar tu voz, se preocupan de que estés bien de verdad y les importas de corazón y no por interés. Donde te dan la mano cuando no puedes andar por tu cuenta, te señalan el horizonte cuando las lágrimas te impiden verlo y esperan a tu lado cuando no puedes seguir caminando.
Donde recibes un chute de energía cuando tus fuerzas, ánimos y sueños están bajo mínimos.
Aprende a diferenciar quienes vienen a pasar el rato, a llevarse algo, a seguir sus propios intereses. No te dejes llevar por viejas lealtades que hace tiempo quedaron obsoletas. Pon distancia de todo aquel que te haga sentir insignificante, de quien te haga dudar de ti, de tus pasos, de tus sueños. Céntrate en tu propósito y en quienes te acompañan al recorrerlo, no en quienes dudan de ti, te ponen zancadillas y te hacen llorar las más de las veces.
Y céntrate en quienes no están por estar, te hacen sentir en paz y son el mejor regalo que podías imaginar.
Céntrate también en encontrar respuestas y soltar amarguras. En no esperar a que las soluciones lleguen solas y a que otros te saquen del pozo, sino que aprende mejor a enfocarte hacia la luz cuando tu mundo se vuelva gris, oscuro y hasta negro. Rodéate de quienes te miran con los mejores ojos, te ayudan a verte bien y a quererte sin tantos peros. Donde sabes que te aceptan y te respetan, que no te rajan por la espalda ni te critican cuando te das la vuelta. Donde te sientes a gusto, feliz y en casa.
Quédate donde sientes que tienes la tranquilidad que quieres y mereces y donde los días son, por diferencia, más buenos que malos.
Donde te quieren y te lo demuestran, te cuidan cuando lo necesitas y están a tu lado, aunque no siempre los veas. Donde los sentimientos son compartidos, las alegrías son celebradas y las heridas se curan. Donde importas por ser tú y sin etiquetas. Donde tratan de entenderte. Donde te hacen la vida fácil y te dan soluciones. Donde sabes que vale la pena el esfuerzo, la ilusión, la pena.
Donde te sientes en paz, a resguardo y en verdadero equilibrio.
Cuida a quienes brindan contigo en cualquier ocasión y te animan a hacerlo cuando tú no ves motivos o crees no tenerlos. Con quienes te esperan al final del camino, junto a la línea de meta y celebran cada uno de tus pasos. Con quienes te ayudan a brillar y no tratan de apagar tu luz. Con quienes alimentan tus sueños y tus esperanzas, podan tus árboles para que tus ramas crezcan con fuerza y creen en ti, en ocasiones, con mucha más claridad de la que tú lo haces.
Brinda con quienes no dejan escapar ninguna oportunidad para demostrarte lo que vales, lo que te quieren y lo importante que eres para ellos.
Dale la mano a quienes te escuchan hasta cuando estás en silencio, te dan todo el espacio que necesitas para hablar y te dejan ser tú en todo momento. Quienes ni pretenden cambiarte, ni te dan consejos que no hayas pedido. Quienes están en tus peores momentos y en tus grandes celebraciones, quienes te quieren por ser quien eres, quienes se ríen contigo y no de ti. Quienes saben echarte un cable para salir de cualquier agujero. O saben cómo bajar al fondo del pozo para hacerte compañía hasta que decidas salir de allí.
Dale la mano a quienes apuestan por ti y por tus logros, te animan a salirte de tus márgenes y te impulsan a llegar tan lejos como quieras.
Presta más atención a quien está incondicionalmente, quien está sin exigirte nada, quien está y te lo da todo a cambio de nada. Quien está en las tormentas y en los días soleados. Quien te enseña y te inspira a ser tu mejor versión, a dar lo mejor por tu parte, a superarte en cada ocasión que se te presenta. Quien te ofrece retos y te ayuda a crecer. Y a quererte. Quien te admira y no duda en hacértelo saber. Quien siempre tiene ganas de verte. De disfrutarte. De escucharte.
Presta más atención a quien sonríe con sólo pensar en ti y te sigue hasta el fin del mundo si se lo pides.
Echa raíces donde la vida parece más bonita, más amable, más fácil. Donde sientes que puedes darlo todo y lo das sin pensar en las vueltas, porque recibes mucho más de lo que das. Donde cantas de felicidad y te dejan en paz. Donde sientes que tus posibilidades son infinitas y tus ganas viven intactas. Donde el miedo se siente vencible y superable. Donde el marcador siempre juega a tu favor. Donde los sueños, los tuyos, son posibles y más que probables. Donde te quieres quedar por voluntad propia y no te quieres marchar.
Echa raíces donde te dan alas en lugar de ponerte estacas.
Donde sientes que tus pasos tienen un sentido, el tiempo es tuyo, así como las oportunidades. Donde eres libres con todas las letras. Donde te vuelves protagonista. Donde tus ilusiones son compartidas, tus decisiones son respetadas y tus sueños son como tú quieres que sean. Donde el tiempo pasa volando y sientes que se mide en otra medida. Donde sientes que las cosas fluyen. Donde tienes tu propio lugar.
Y quédate allí donde te sientes parte de algo, del mundo y de tu historia.
Quédate cerca de quienes se han ganado, por méritos propios, un hueco a tu lado, quienes no solo te dicen bonitas palabras sino que te las demuestran. Quienes te acompañan cuando lo necesitas y están a una llamada de teléfono. A un grito. A un suspiro.
Y quédate con quienes te ayudan a volar en lugar de cortarte las alas, quienes son vitamina, energía y motor de tus propios sueños.
Patricia Ayuste.
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