Entre Suspiros y un Café
Gestión emocional

Estás muy cerca

Hay quienes se detienen cuando más cerca están.

esperanza, decisiones

Cuando están a un solo paso de conseguir aquello que quieren. Aquello que durante largo tiempo han buscado. Aquello por lo que se han jugado casi todo lo que son, casi todo lo que tienen. Aquello que les ha robado el sueño noche tras noche, perdiendo la cuenta de las horas perdidas y de los cafés a medianoche. Empequeñeciendo ilusiones que un día fueron grandes y oscureciendo aquellas que en su momento brillaban con luz propia.

Hay quienes abandonan su gran oportunidad. La que ellos mismos crearon. La que ellos mismos alimentaron hasta hacerla ser tan grande, hasta hacerla creíble, hasta hacerla suya. Cuando están casi rozando la gloria, su momento de gloria. Dejando escapar por cada poro una mínima esperanza, un poquito de su confianza, una dosis de su fuerza. Una parte de ellos. Hasta desinflarse.

Porque desanimarse es fácil, mientras que levantarse…

Dicen que un “simple” pensamiento puede cambiar tu vida. Que la diferencia está ahí, precisamente. En la mente. En lo que piensas. En cómo decides pensar. En lo que te enfocas. En lo que apartas y en lo que te quedas.  Porque sí, pensar es una decisión. A veces ardua y complicada. Pero siempre, personal.

Porque podemos decidir si vemos el día en color o en blanco y negro. Si tras las nubes negras que se aproximan por el horizonte, saldrá el más bonito arcoíris que hayamos visto. O de lo contrario, podemos decidir no esperar a luego, y nos ponemos a bailar ahora, bajo la lluvia, a pesar de la tormenta, a pesar de mojarnos. Hasta acabar empapados.

esperanza, decisiones

Y que pase lo que tenga que pasar.

Porque podemos decidir si después vendrá otro tren, o el que pasó era “el único”. Y último. Si improvisamos sobre la marcha y cambiamos todos los planes que habíamos hecho. De principio a fin, o sólo pequeños pormenores. Si cambiamos todos los puntos por comas. Todas las disyuntivas por conjunciones. Todas las dudas y borradores por valentía. Y hasta osadía.

Si vemos sólo lo más grande, lo que todo el mundo ve, o si hacemos algo distinto y ampliamos nuestras miras. Y valoramos hasta lo más diminuto. Hasta lo más pequeño y absurdo. Sin dar nada por sentado. Sin dejar nada fuera ni hacer distinciones. Si optamos porque todo cuente y nada se olvide. Que todo sume, que todo aporte, que todo tengo su propio peso.

La imagen completa.

Porque lo que necesitamos a menudo es ver la imagen completa. Con cada detalle. Con todos y cada uno de sus perfectos e imperfectos detalles. Sentir las piezas, comprenderlas. Para poder decidir. Para poder actuar. De la mejor manera. Para unir y encajar todas las piezas, porque de otro modo, seguro que alguna se queda fuera, sin hueco. Y parte de su sentido.

Entre más cerca lo mires, menos lo verás…

Quizá por aquello de que la distancia es relativa.

Quizá porque el camino está siendo largo y los batacazos demasiado grandes. Quizá porque esperabas mucho y no recibes tanto. O porque empezaste con mucha fuerza, y en algún punto pinchaste. Tropezaste. Fallaste. Quizá porque crees que la suerte no te sonríe y se fue con el mejor postor. Como de costumbre.

Quizá te parezca que nada cambia y que sigues siendo el mismo. Atascado. Inmovilizado. Encadenado a un día a día que no te hace feliz, un día a día por el que apostaste fuerte y hoy ha perdido todo sentido. Un día a día que ya no es ni tuyo. Que preferirías perder de vista. Que preferirías hacer marcha atrás, hacia algún punto del pasado, aunque no sabes ni a cuál. Pero que lo harías.

Incluso a la carrera.

esperanza

Para deshacer segundos y construir momentos.

Para olvidar malos tragos y saborear brindis nuevos.

Para relativizar penas e inmortalizar recuerdos.

Para atarte menos y liberarte de miedos.

Porque a veces estamos muy cerca, pero no nos damos ni cuenta. Estamos al lado. A un suspiro, a un abrir y cerrar de ojos. Tan cerca que, si apartamos todos los miedos que se interponen en nuestro camino y nos nieblan la vista, podemos apreciarlo.

Tanto que, si nos armamos de paciencia,  podemos tocarlo. Con las manos. Con la yema de los dedos. Con los sentidos. Con la voluntad. Con el interior.

Si no te rindes. Ni hoy ni mañana.

Si no te olvidas de dónde estás y dónde empezaste. Ni del por qué.

Porque estás muy cerca.

Más de lo que crees.

 

Patricia Ayuste.

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