Y que ames

Dicen que el querer se acaba, que tiene fecha de caducidad y que se quiere hasta el olvido. Mientras que el amor es infinito y, quien ama, lo hace hasta la muerte.

Que quien te quiere te habla de la luna, la señala y te promete bajártela y ponerla a tus pies. Mientras que quien de verdad te ama, te lleva a las estrellas. Te las acerca. Y te enseña a acariciarlas.

Que quien te quiere te busca, y quien te ama te encuentra.

Que aquella persona que te quiere, siempre vuelve. Que nunca se va del todo y que, por lejos que se marche, sabe encontrar la manera de volver. Mientras que, quien te ama, no se va jamás, encuentra el modo de estar a tu lado. Y lo está.

Aunque no se lo pidas. Aunque trates de impedírselo. Aunque se lo pongas bien difícil.

Que hay quien te quiere por tu forma de ser, por tu belleza o por el motivo que sea. Mientras que, quien de verdad te ama, no sabe bien por qué. Pero lo sabe. Y lo siente. Y lo demuestra. Y no necesita de excusas, de pausas ni de momentos oportunos.

Que quien te quiere, se nota. Y quien no, se nota incluso más. Y que incluso a kilómetros es fácil sentir quien te quiere a escasos centímetros.

Que quien te quiere, es posible que te lo repita mil y una veces y puede que se lo diga a voz en grito al mundo entero. Pero quien te ama simplemente te lo demuestra. En cada ocasión que tenga. En cada segundo que piense en ti. En cada excusa que invente para estar a tu lado.

Y que, para quien te ama, yo también no es respuesta que valga.

Quien te ama lo hace de lunes a domingo. De puertas para dentro, fuera y en los descansos. En sueños. Y hasta en la peor de las pesadillas. Te regala su tiempo, lo saca de cualquier sitio, hasta cuando le falta.

Porque amor es dar lo que no se tiene. Sin esperar nada a cambio.

Amor es dar el poder a alguien de destruirte, y confiar en que no lo hará. Y asumir el riesgo.

Amor es ser importante no por lo que tienes, sino por todo lo que das.

Es que te ames hasta el último poro de tu piel. Desde las entrañas, hasta el infinito y con redoble de tambores. Las pecas, los lunares y hasta tus peros que estropeen tus mejores planes.

Es que te sepas poner delante, a un lado o donde quieras estar. Que te sepas perdonar cuando flojees y que te sepas animar –y admirar- como nadie.

Amor es que te tengas en cuenta siempre y que aunque te olvides a menudo del mundo, nunca te pierdas de ti.

Es que ames sin filtros, sin hashtags que sobren ni emoticonos que siembren dudas o ambigüedad. Es que traspases el papel, la pantalla y que llenes espacios de realidad. Que llames porque de verdad lo sientes y que abraces sin ninguna prisa por soltar.

Es que ames más allá de ti. A un nosotros, a un futuro, a lo que esté por venir. Que asumas la incertidumbre, las dudas y los baches. Que le pongas la mejor cara, tu mejor sonrisa y tu mejor versión. Para que no sea por ti.

Es que ames lo que por dentro sientes y no lo que otros se empeñan en hacerte creer. Que pienses menos y sientas más. Mucho más.

Amor es que no te marches cuando la cosa se ponga fea, pero saber soltar lo que, por más que busques, no tiene solución. Ni de ti depende.

Es que ames lo que de verdad importa. Que no siempre es lo primero que te viene a la mente, sino en lo último en que piensas antes de irte a dormir.

Amor es que ames a quien te sepa tocar el alma. El cuerpo, dicen, cualquiera lo sabe acariciar.

Que ames a quien te siga mirando cuando tú te empeñes en cerrar los ojos. A quien te siga, aunque no sepa a dónde vas. En quien puedas confiar.

Y que te quieran bien pero te amen mejor.

Y que ames hoy, mañana y en cada centímetro de tu vida.

 

Patricia Ayuste.