Leí en algún lugar que hacen falta cinco cumplidos para resarcir a una persona de un insulto.
Que es fácil lastimar incluso a aquellos que más te quieren. Herir con las palabras. Con hechos. Con silencios. Queriendo y sin querer. Por desconocimiento o por tener el orgullo herido. Y demasiado hinchado. Por buscar venganza o tratar de cerrar viejas heridas.
Que hacer daño es gratis, pero que, siempre, acaba pasando factura.
Que hay distancias que, una vez abiertas, son muy difíciles de salvar. Precipicios por los que es fácil despeñarse en el intento de saltarlos. De llegar al otro lado. De pecar de subestimarlos y dar por hecho que puedes llegar a lo más alto y bajar como si nada.
Que a las palabras no siempre se las lleva el viento y que pueden ser el amargo punto y final de cualquier historia. La estacada fatal. La puñalada por la espalda. Y destrozar cualquier comienzo, por prometedor que parezca. Que el silencio no siempre es una buena decisión. Y que hay huellas que son imposibles de borrar.
Por mucho que te empeñes.
Que hay palabras vacías y otras que no dicen nada.
Pero también hay palabras que suenan a gloria y que pueden causar milagros.
Que una sola palabra puede ser más que suficiente para insuflarte el valor que te falta. Que un buenos días, un por favor y un gracias pueden abrirte más de una puerta y facilitar muchas cosas. Que un perdón a tiempo puede hacerte olvidar aquello que creías imposible de superar.
Que hay felicitaciones que valen el doble y susurros de ánimo que pueden sacarte de cualquier pozo.
Que hay agradecimientos que tienden puentes y saben a victoria. Que un imposible se puede convertir en más que probable si te atreves a mirarlo a los ojos y a hablarle a la cara.
Que hay palabras que te acompañan cuando bailas, cuando viajas, cuando lloras. Que te animan a salir hacia donde quieres, y otras que te ayudan a volver a casa.
Que hay te quieros que inician historias de película. Que un tengo ganas de verte puede borrar los puntos finales, los puntos suspensivo y los paréntesis que creías definitivos. Que un te echo de menos te puede acercar a tocar el cielo.
Que las miradas también hablan.
Y que con pocas palabras se pueden decir muchas cosas.
Patricia Ayuste.
No hay comentarios
Marleah Make Up
28 enero, 2015 a las 11:26 amComo siempre, sublime en tu historia. Me encanta leer cada palabra y ver cómo así das forma de manera sutil y elegante a un nuevo párrafo. Los cumplidos, y más si vienen directos del corazón de la otra persona, son muy importantes en la vida. Al igual que esos abrazos que parece que no van a acabar nunca.
Y me quedo con eso de que hay que luchar porque es de valientes. Aunque haya huido últimamente, hay que seguir hacia adelante en la búsqueda de una misma. Espero encontrarme pronto.
Besos y feliz miércoles!
Entre suspiros y un café
28 enero, 2015 a las 7:49 pmY tu comentario, como siempre, sublime también. ¡Qué arte tienes! Y ya sabes, a seguir luchando…
¡Un beso enorme guapa!
Rubén M. Mayo
29 enero, 2015 a las 2:57 amGritar es muy español, como también lo es un buen “Olé”! jejeje Olé por tu texto, comparto muchas sensaciones 🙂 de verdad, enhorabuena! Estoy con Alicia en la sutilidad y la elegancia 🙂
Entre suspiros y un café
29 enero, 2015 a las 8:13 am¡Ole por ti también, Rubén! Es una enorme alegría saber que gusta lo que escribo, y más viniendo de un gran escritor.
¡Un besazo!
Patri.
Mirta Cristina
31 enero, 2015 a las 5:27 pmMuy bonito!! gracias por compartirlo!!
Entre suspiros y un café
1 febrero, 2015 a las 10:27 pm¡Gracias a ti! Por leer y por comentar.
¡Un abrazo!
Patri.
Cecil Vedemil
2 febrero, 2015 a las 6:47 pmMe encanta este texto. Siempre necesitamos esa palmadita que dices tu y hay veces que no nos damos cuenta de lo mucho que puede significar una sonrisa o un simple “buenos dias”. Un placer leerte 🙂
Muchos bessoooos,
Cecil
Entre suspiros y un café
3 febrero, 2015 a las 1:27 pm¡Muchas gracias, guapa! Siempre me traes esa palmadita en la espalda que me alegra el día.
¡Cuídate Cecil!
Patri.