Unos ojos que sonríen en la cercanía, un helado a mitad en una mano y la sensación de que no puedes ser más feliz que en este preciso instante.
Dicen que las cosas buenas pasan a quien sabe esperar. A quienes no solo las esperan, sino que las desean de verdad y las buscan con toda su alma. A quienes no se dan por rendidos, ni renuncian tan fácilmente, sino que aguantan los chaparrones, nubarrones y tormentas que se les crucen por delante.
A quienes se visten de paciencia, de ilusión y no se cansan de intentarlo. De buscar alternativas si el plan A no funciona. De inventarse planes, posibilidades y respuestas. A quienes pelean una negativa. A quienes creen en sí mismos y arriesgan.
A quienes creen en su propia suerte.
Esa suerte que, aseguran, a veces llega “sola”.
Esa suerte que, si miramos bien, llevamos ya en nosotros. En nuestro día a día, en nuestras manos, en las pequeñas cosas.
Porque es una suerte, tener a esas personas. A quienes creen en ti incluso en tus momentos más torpes, más inestables o más insufribles. Esos en los que ni tú te entiendes, nada te gusta y en que todo te criticas. Esos en los que pones a prueba a todo aquel que se te acerca.
A todo aquel que está a tu lado. Y que aun así y con todas, se queda.
A quien está, cuando todos los demás hace tiempo que se fueron.
Qué suerte, esas conversaciones. Las que son más que palabras. Las que son tiempo, personas y cariño. Las que inspiran y quisieras no parar nunca. Las que evocas una y otra vez y que son tan difíciles de olvidar. Las que te hacen viajar y las que te regalan recuerdos para la posteridad.
Qué suerte, esos consejos. Los que seguir, los que no hacer ni caso, incluso los que no quieres oír. Pero que tanto te enseñan y a los que le acabas dando la razón. Poder elegir cuáles sí y cuáles nunca. Cuáles son tuyos y cuáles obsequiar.
Qué suerte, esos abrazos. Los que salvan distancias, secan lágrimas y curan heridas. Los que esconden tanto debajo, que es difícil expresarlos en palabras o de cualquier otra manera. Los que muestran todo lo que hay detrás. Los que son sentimiento puro. Y los abrazos que son lugar.
Qué suerte, esos giros. Esos cambios de guion imprevistos que se convirtieron en tus mejores películas. Por difíciles que fueran al principio. Por inverosímiles, absurdas o aburridas que te parecieran. Esos cambios de aires que llegaron para revolucionarte, para hacerte abrir los ojos, para sacarte del escondite en el que vivías. O creías hacerlo.
Qué suerte, un día más. Por obvio que resulte. Por seguro que a veces parezca. Un día, con todas sus posibilidades, sus papeletas y sus segundos. Esos que, a menudo, son suficientes para marcar la diferencia. Para hacer que ese día sea algo más.
Para hacer que ese día valga todavía más la pena.
Qué suerte, esas palabras. Las que te alegran, te animan y te llenan. Las que te regalan porque sí. Las que dan sentido, valor y fuerza. Las que hacen creer. Las palabras que van más allá. Las que se acompañan con hechos, con besos, con miradas. Las palabras que lo dicen todo y no ocultan nada.
Qué suerte, poder elegir. Sobre ti, y tus días. Sobre el color con el que quieres pintar tu vida. Sobre si vas, vienes o te sientas a mirar.
Qué suerte, confiar. En ti, en quien tienes cerca, en quien, de alguna manera, está. Tener a quien llamar, en quien pensar, con quien reír. Con quien ser cualquier cosa menos indiferente. Con quien cantar a pleno pulmón y llorar sin freno. Con quien compartir helado, combatir monstruos y abrirte sin miedos. Con quien andar de la mano y mirarte a los ojos.
Qué suerte, poder soñar. A lo grande si quieres. O con pequeñas cosas. Lograr tus sueños. Tanto los que no pensabas que podrías, los que sentiste más lejanos, los que no creíste posibles. Conseguir estar donde quieres estar. Hacer lo que quieres hacer.
Ser tan feliz como puedas ser.
Qué suerte, vivir. A tu ritmo, a tu aire, a tu manera. Y sentir que no te gustaría que fuera de ningún otro modo.
Qué suerte, ser tú. Con tus más, tus menos y tus sobresalientes. Con tus luces y sombras. Con tus aciertos y patinazos. Con todo lo que llevas a cuestas, tu pasado y tus listas de futuro.
Qué suerte, tenerte.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
Pepa
2 agosto, 2019 a las 12:50 pmHola Patri, he disfrutado un montón leyéndote. Un texto muy motivador e inspirador.
¡Te mando un abrazo!
Patricia
5 agosto, 2019 a las 12:52 amGracias bonita! Me alegra que nos inspiremos mutuamente ?
¡Feliz semana!