Dicen que hace falta sentir un poco de miedo para que comience lo bueno. Y que si, además, te hace feliz, es justo lo que necesitas.
Que se necesita un poco de perspectiva para ver mejor las cosas. Para darles la vuelta, poder entenderlas o descubrir si algo te falta. Para saber por dónde empezar. Para tener todas las piezas, saber cómo encajarlas y que el conjunto tenga sentido. Y para saber dónde poner un punto y seguido.
O un punto y hasta nunca.
Que es bueno un poco de locura para perder el norte de vez en cuando. Para romper la horma, cruzar barreras y salirte de los bordes. Para hacer lo que nunca haces. Para atreverte cuando te faltan agallas. Para no temer perder la apuesta y quedarte sin nada.
Para apuntar a las estrellas sabiendo que es posible tocar alguna de ellas.
Que viene bien echar un poco de aguarrás para disolver lo que se te atraganta. Para diluir las penas que te arañan. Las decepciones que te nublan la vista. La amargura que te calcina y amenaza con combustión espontánea. Para remover las memorias desconchadas, las costras ya pasadas y las decepciones acumuladas.
Que, a veces, todo lo que necesitas es un poco de fuego y un bidón de gasolina. Para encender la hoguera que no prende. Para quemar todos los trastos, recuerdos y lágrimas que no valen ya nada. Y que demasiado sitio malgastan. Para acabar con los restos, los lastres y las cadenas que te impedían. Para limpiar cuando sientes que el caos te acorrala.
Para liberar espacio y abrir las puertas a algo nuevo.
Que siempre es bueno un poco de música para desgastar las suelas. Para cantar hasta quedarte sin voz. Para bailar hasta que tus pies se cansen, hasta que el cuerpo diga, hasta que la canción termine. Para sentir que viajas sin moverte. Que vuelas sin alas. Que dejas salir todo.
Y que no queda nada por decir.
Que un poco de coraje, cuando las rodillas te tiemblan, puede salvarte. Cuando tu respiración se agita y tu estómago se encoge. Cuando el temor te paraliza y los miedos se hacen grandes. Cuando te crees demasiado pequeño y escapar parece la única salida. Cuando cierras los ojos y esperas que lo peor te llegue como último recurso.
Cuando necesitas salir de donde estés.
Que es necesario echar un poco de imaginación para invadir nuevas tierras, colonizar planetas lejanos y conquistar corazones nuevos. Para hacer las cosas distintas de cómo solías. De cómo fallabas. Y encontrar tu propia manera. Para no volver a lo que no te llena.
Para encontrar el lugar donde las posibilidades vuelven a ser incalculables.
Que hay que contar con un poco de esperanza cuando parece que todo lo demás falla. Cuando la lluvia llena cada vez más metros cuadrados, el muelle no parece seguro y el faro se apaga. Cuando los ríos se desbordan, te faltan los remos y el chaleco salvavidas y el túnel se estrecha a tu paso.
Que hay que buscar un poco de aire cuando el calor asfixia. O la vida. Cuando la soga te araña la piel, el cuello y las entrañas. Cuando el nudo en la garganta no te deja respirar. Cuando todo se vuelve borroso y ves el suelo demasiado cerca. Cuando sabes que estás perdiendo el control… o cuando lo has perdido por completo.
Que es necesario tener un poco de tiempo y no agotar los plazos. Ni tus límites. No llevarte al extremo ni andar siempre por la cuerda floja. Aprender de cada paso en falso. De cada acelerón y de cada frenazo. Hacer que cada segundo cuente, que el tiempo sea más que suficiente y saber a qué decir que no.
Y decirlo bien alto.
Que necesitas un poco de valor cuando estás de camino. Tanto si acabas de salir como si estás en los metros finales. Cuando decides ir a por todas aunque no las tengas todas contigo. Cuando decides soñar despierto y que vas a llegar sí o sí. Pase lo que pase.
Y que pase lo que tenga que pasar.
Que un poco de risa puede ser todo lo que necesitas para resistir. Para quitar peso, hierro y presión. Para relativizar cuando todo parece demasiado importante. Para recordarte lo que vale la pena. Que lo malo siempre pasa, y que lo bueno siempre queda.
Que lo mejor que puede pasarte es tener quien te quiera un poco más cada día. Alguien que te sume, te multiplique y te lleve al infinito. Quien te haga sentir que lo vales todo, que no andas a solas y que sigues siendo tú.
Alguien que te ayude, tire de ti y te abrace antes de que lo pidas.
Alguien con quien escribir poco a poco líneas de tu historia.
Sabiendo que poco a poco, se puede llegar a mucho.
Patricia Ayuste.
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