Echo de menos la espontaneidad. Lo natural. Lo que surge sin apenas pensar. Lo verdadero. Lo normal. Lo bonito. Lo bonito por no ser perfecto. Los más diminutos detalles. No ver tanto resentimiento en algunos ojos. Los descosidos que cuentan historias. Lo que no está viciado. Lo que nadie antes ha visto. La alegría de encontrar algo que creía perdido.
Echo de menos emocionarme con la primera línea. Recibir una carta escrita a mano. Soñar con los primeros bocetos. Que algo me ponga la piel de gallina. Y no de miedo. Las palabras sinceras. Y en persona. Un regalo casero. La vida antes de tanto webinar y streaming. El mundo sin tanto tecnología de por medio.
Echo de menos andar sin tanto cuidado. Sin tanta distancia. Sin mirar siempre de reojo. Sin tener que seguir las flechas que me obliguen a ir en un sentido u en otro. Sin tener que leer las listas de lo que puedo hacer y lo que no. De si puedo entrar o de cómo hacerlo. Sin que haya colas para todo. Perderme sin más. Hablar en las distancias cortas. Y unirme a las risas que suenan en alto.
Echo de menos dejarme llevar más. De verdad. Las sorpresas que me alegran el día. Las cosas que terminan bien. Los problemas que se arreglan. Soñar con los ojos abiertos. Y en cualquier momento. Los pequeños triunfos. Pensar menos. No andar sorteando obstáculos y bombas. No sentir la soga al cuello ni el abismo a mis pies. No temer tanto. Sentir que puedo asumir los riesgos.
Echo de menos a las personas que son como son. Las auténticas. Las que no se disfrazan. Las que son honestas y no van por la espalda. Las que se expresan sin miedos. Las que no esconden las lágrimas ni el temblar de su barbilla. Las que dicen a las claras qué les pasa. Las que tienen sus secretos. Las que saben guardar bien uno.
Echo de menos la libertad real, los paseos a cualquier hora y la vida en directo. Volver a mis horarios. A quejarme de que no tengo tiempo. Vivir sin tantas instrucciones. La música al aire libre. Los buenos conciertos. Cantar hasta quedar sin voz. Andar sin prisas. No estar pendiente del reloj. Vivir sin toque de queda. Salir sin ningún tipo de justificante. Mi paciencia, si es que alguna vez la he tenido.
Echo de menos la adrenalina de un viaje. Los nervios al hacer click. Al ver mi nombre en la tarjeta de embarque. A la pereza de hacer la maleta. Oír mi destino por megafonía. Que sea acabe la cuenta atrás. El ruido de las alas al aterrizar. La primera impresión de un nuevo lugar. Comprar postales. Sumar ciudades, kilómetros y fronteras. Añadir cuños al pasaporte. Tachar nombres de mi lista. Coleccionar fotos, recuerdos y primeras veces. Volver pensando en cuándo será el siguiente.
Echo de menos hacer planes. Ponerles fecha. Sin límites ni aforo máximo. Contar los días que quedan. Los tardeos, los afterwork y las veladas improvisadas. Las cenas fuera de casa, las escapadas de fin de semana y los atardeceres desde la playa. Las vacaciones de verdad. La normalidad de antes. Ir y venir sin pensar. E improvisar sobre la marcha.
Echo de menos los problemas que no son problemas. Cuando no todo era cuestión de cifras. La salud mental. La mía y la de los míos. Las noticias que aburren, pero no alarman. Los parques llenos de niños. Los sitios llenos de vida. Volver a hablar de trivialidades. Las llamadas que me invitan a salir ya. Quedarme en casa porque quiero, no porque debo.
Echo de menos los abrazos de oso, de frente y por la espalda. Las sonrisas sin barreras. Los encuentros cara a cara. Sentir piel con piel. Los brindis porque sí. Los cafés que arreglan el día. Y que salvan el mundo. Mirar a los ojos. Una mesa llena de los tuyos. Las fotos en grupo. Las cenas que terminan de madrugada. Las confesiones al oído. Las distancias bien cortas.
Echo de menos bailar hasta las tantas y fuera de cualquier burbuja. Poder ir a por todas sin tener que esperar a mejores épocas. Ilusionarme como una niña y no con tantos límites. Las calles que no puedo pisar ahora. Cuando no buscaba la luz del final del camino porque no había ni túnel ni oscuridad.
Echo de menos cuando no temía tanto. Ni por mí ni por los míos. Cuando no todas las noticias eran desalentadoras.
Echo de menos cosas que antes daba por sentado. Lo más sencillo. Lo más tonto. Y que ahora parece un auténtico lujo.
Echo de menos… lo que nunca imaginé que echaría tanto en falta.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
historiasconk
18 enero, 2021 a las 5:02 amEstoy de acuerdo con todo. Te ha quedado muy bien ? feliz inicio de semana.
Patricia Ayuste
18 enero, 2021 a las 8:37 am¡Graxias por dedicarme tu tiempo!
Feliz semana ??