Dice un proverbio chino que el mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años.
Y que el segundo mejor momento es ahora.
Que el ahora es lo único que está en tus manos. Lo único sobre lo que puedes decidir y hacer algo. El único instante que te pertenece, de un modo u otro, y sobre el que puedes actuar… o dejar que pase de largo. Sin pena ni gloria.
De ti depende.
Como de ti depende caer en el error de pensar que tienes tiempo de sobra, que habrá muchas más ocasiones –si no iguales, muy parecidas– que si no es hoy, está a la vuelta de la esquina. Conformarte con menos por no hacer más. Esperar en exceso hasta desesperar. Perder cuando tienes las de ganar.
Y mentirte con la idea de que hoy no era el momento ideal.
Porque es cierto que cualquier momento puede ser bueno, que hay mil oportunidades ahí fuera y que siempre, siempre, sale el sol, pero que hay cosas que es mejor no dejar nunca en el tintero. Ni en la bandeja de borradores. Ni en eterno barbecho. Porque hay acciones que caducan, sentimientos que se congelan y trenes que se marchan. Como también hay perdones que nunca llegan, tropiezos que no duelen tanto y personas que un buen día ya no están.
Y es por eso que arrepentirse es demasiado fácil. Demasiado real.
No importa que creas que no es el mejor momento ni la ocasión perfecta. Sea para lo que sea. Incluso si sientes que no has decidido las palabras adecuadas, te faltan las ganas que la situación se merece o que tus ideas no están a la altura. Incluso si el miedo a perder, a fallar o a hacerlo estrepitosamente mal te anima a cerrar la boca, a dar media vuelta o a bajar la cabeza. Incluso cuando creas que no tienes tiempo y que un mal paso puede ser nefasto. Incluso cuando creas que no, siempre hay una oportunidad sobre la mesa.
Y de ti depende aprovecharla… o perderla.
Y es por eso que hoy puede ser un buen día para empezar. Para abrir ojos, corazón y mente. Para cerrar esas puertas por donde sólo entra aire frío y nada bueno parece llegar. Para lanzarte de una vez por todas a la piscina, dar ese paso atrás que tanta falta te hace o atreverte a saltar las olas que un día creíste te podrían ahogar.
Para plantarte. Para decir que por ahí no pasas, que se acabó lo que se daba, que esto, aquello o lo otro… ni de lejos es para ti. Para aprender que los baches también cuentan y que los tropiezos enseñan mucho, quizá los que más. Para conocer dónde están tus límites, cuándo no deberías traspasarlos y cuáles deberías romper de una vez por todas.
Y dejar de rechistar por lo que no lo vale. Por lo que nada te suma. Por lo que, cuánto más lejos, mejor.
Que hoy es un buen día para echarle valor, para tomar las riendas y dejarte de miedos, traumas y dudas que te impidan disfrutar. Para hacer más de aquello que te da la vida, que te saca verdaderas sonrisas, que te anima en los momentos de flojera. Para hacer las paces con lo que te quita el sueño.
Y salir a por todas. Y a por más.
Que hoy es un buen momento para decir te quiero. Porque lo sientes y no para rellenar huecos o romper silencios. Decirlo a quienes ya lo saben y a quienes necesitan saberlo. Rodearte de quienes bailan contigo, se arremangan cuando tú lo haces y acortan distancias en cuestión de segundos.
Porque hoy –y cualquier día– es un buen momento para dar abrazos y derretir inviernos.
Que hoy, mañana y siempre, deberías creer en ti. Hoy más que ayer y un poco menos que mañana. Volver a apostar por tus posibilidades, sin importar que no sean muchas ni los fracasos que puedas cargar sobre la espalda. Recordarte lo lejos que has llegado y no mirar tanto hacia detrás. Confiar en ti y en tus pasos. En que la suerte está en tus manos. En que eres bien capaz.
En que mañana recogerás lo que hoy estás sembrando.
Recordar que puedes ser tu mejor faro, tu mayor motor, tu gran aliado.
Que la magia no te abandona mientras crees en ella.
Que no hay mejor momento ni mejor oportunidad que hoy.
Y que el tiempo es siempre ahora.
Patricia Ayuste.
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