Belén se coló hace ya algún tiempo en mi bandeja de entrada con una bonita reflexión.
Valenciana como yo, se define a sí misma como una chica tranquila y pacífica, pero con un torbellino de ideas como cabeza. En su constante búsqueda de aquello que aportar al mundo, su receta de la felicidad como ella la llama, ha encontrado en la escritura su respuesta. Su fuente de inspiración para expresar emociones y pensamientos que de otra manera le sería más difícil. Su punto de apoyo para levantarse ante cada tropiezo que ha dado, su fuerza para reinventarse a sí misma y volver a andar.
Su sueño, aportar su optimismo al mundo y lograr con sus palabras que sea algo mejor.
Gracias Belén, no dudes nunca de tu sueño y lucha por él. Dicen que hay un mañana esperando para quien lucha por sus sueños.
Patricia Ayuste.
Según la Teoría Celular, estamos compuestos por células. Galeano, en cambio, afirma que estamos hechos de historias.
Pues bien, estaremos compuestos por células, no lo dudo, y tampoco que nuestras historias formen parte de nuestro día a día. Pero lo que realmente nos caracteriza a cada uno de nosotros, aquello que mejor nos define, son esas pequeñas y delicadas cicatrices que no se ven a simple vista, pero que se sienten en lo más hondo. Esas señales que marcan a fuego nuestra existencia y que dibujan el tatuaje de nuestro ser.
Y es que todos, absolutamente todos, tenemos algo en común: estamos formados por pequeños pedazos del pasado. Nuestro pasado. Y son ésas cicatrices las que nos hacen recordar quiénes somos, donde estamos y cuál es nuestro sitio. Y ellas, a su vez, están formadas por una fusión entre el pasado y el futuro, dejando así su huella en nuestro presente.
¿Que cómo puede ser?
Porque son las que dan forma a esa línea divisoria entre lo que algún día fuiste y lo que poder llegar a ser.
Dicen por ahí que nadie nace sabiendo y que todos tenemos que aprender.
Que las cicatrices no vienen de nacimiento, sino que se crean con el tiempo. Menos mal… ¡menuda vida más aburrida! Las creamos de nuestro puño y letra. Las creamos a cada paso que damos por nuestro camino. Es imposible evitarlas porque, queramos o no, llegan en algún momento, cuando menos las esperamos y se van forjando poco a poco de cada piedra con la que tropezamos, cada batalla en la que luchamos, cada herida abierta que sentimos y cada persona que pasa por nuestra vida a quedarse por un tiempo incierto, y que, algún día, se marcha sin avisar.
Nuestra misión no será evitarlas, ni siquiera odiarlas ¿por qué hacerlo si forman parte de nosotros? Tratemos de aceptarlas y quererlas por estar ahí a nuestro lado, por recordarnos que en esa piedra ya tropezamos, de esa agua ya bebimos y por ese camino ya cruzamos. Gracias a ellas nos vamos poco a poco conociendo más a nosotros mismos y a los demás, vamos alejando de nuestro lado todo aquello propio y ajeno que no nos gusta, que no nos aporta y, en definitiva, que no nos hace vivir felices.
Eso sí, es importante tener en cuenta algo muy importante sobre ellas. Como parte de nuestro pasado que son, no debemos aferrarnos a ellas, pueden impedirnos avanzar y seguir recorriendo nuevos senderos con preciosos paisajes. En cambio, será mucho mejor dejar que sigan ahí, a nuestro lado sin hacer ruido, dispuestas a darnos grandes lecciones.
En definitiva, en esta vida tienes que aceptar y comprender: comprender que no es posible vivir sin heridas y aceptar que la única manera de sanarlas es dejando que cicatricen.
3 Comentarios
belengonzalezal
5 febrero, 2016 a las 10:31 pm¡Me encanta como ha quedado Patri! Gracias a ti, por hacerme un hueco en tu precioso blog y compartir mis ideas con todos tus lectores. Seguimos en contacto por aquí, como bien sabes me encanta leerte.
Muchos besos. Belén.
Entre suspiros y un café
6 febrero, 2016 a las 8:58 amUn placer tenerte en mi blog, ya sabes que tienes las puertas abiertas. Y como ya te he dicho en algún mail, sigue luchando por tus sueños, te lo mereces.
¡Un beso enorme Belén!
belengonzalezal
5 febrero, 2016 a las 11:45 pmReblogueó esto en MERAKI.