Dicen que la vida es cuanto apenas un instante, una estrella fugaz que dura lo que un par de pestañeos, un cuento breve que se condensa en apenas unas líneas.
Que es de lo más impredecible e inesperada. Que la experiencia ayuda pero no es suficiente para anticiparte. Ni para adivinar lo que viene después. Ni para esquivar el siguiente golpe. Que la vida solo puede entenderse hacia delante, lo más al día posible y sin tantos planes. Que lo importante es vivir de instante en instante.
Aunque se te olvide a menudo.
Y es que la vida te enseña, a la fuerza, que todo cambia en cuestión de segundos. Que lo que hoy es blanco, mañana puede desteñir. O volverse negro. Que lo que crees seguro, no siempre lo es tanto. Que las personas no son eternas y las oportunidades no llaman dos veces a tu puerta. Que hay enfados, rabietas y silencios que salen demasiado caros.
Que los golpes de verdad llegan cuando menos los esperas. Y te sacuden donde más te duele. Que aquellos que te dejan sin aire son los que te demuestran que te distraes con facilidad y te quejas en exceso. Que las cosas no están tan mal como dices hasta que realmente se ponen feas. Que, con demasiada frecuencia, te preocupas de más y exageras lo que no tienen tanta importancia.
Que te lamentas más por lo que te falta que disfrutas de lo que tienes.
Aprendes también que la vida es como una atracción de feria. Que un día te sube a lo más alto para luego soltarte al vacío. Que lo mismo estás arriba que abajo, que en ocasiones estarás del revés más tiempo del que te gustaría. Que hay gritos que no puedes evitar y momentos en que, sin poder remediarlo, la adrenalina se te dispara por las nubes. Pero que, como todo, cualquier –mal– viaje tiene los minutos contados.
Y sientes a menudo que las alegrías duran más bien poco, los buenos se van demasiado pronto y que hay despedidas que se quedan a medias. Que puedes arrepentirte de muchas cosas por orgullo, que hay vacíos que no puedes llenar y abismos que no sabes cómo salvar.
Que basta un pequeño instante para que te des cuenta de lo lejos que estás de ti, de lo que más te importa, de lo que en verdad quieres. Para ver que te olvidas de ti a menudo y que te dejas demasiadas veces para después. Para cuando tengas tiempo, te dices. Para cuando la vida te dé un poco más de sí.
Como si no fueras lo más importante que tienes.
Y te dejas, como a todas esas cosas para las que piensas que tendrás tiempo mañana. O en vacaciones. O en otra vida, como si la hubiera. Hasta que se te hace tarde. Hasta que descubres que hay renuncias que no tienen vuelta atrás, planes que no tienen futuro y sueños que se han ahogado junto con sus posibilidades. Que las has agotado mientras vivías a medio gas. En penumbra. O a la eterna espera.
Y es que, a menudo, aprendes más cuanto mayor es la pérdida.
Porque la vida no se planea, sucede. Que no te pide opinión ni tiene en cuenta tus planes. Ni los más grandes, ni los más diminutos, ni los urgentes que amenazan con incendio. Que hay cosas que si no haces hoy, es posible que te quedes con las ganas. Que no hay momentos ideales ni perfectos, por mucho que los busques.
Que el hoy está para vivirlo sin tantos peros y excusas. Para hacer que valga la pena. Para no esperar a cualquier otro día. Que puedes aprender de lo que ya pasó, pero solo hoy es cuando puedes hacer algo. Que el aquí y ahora es lo único que tienes.
Pero que también pasa bien rápido.
Que, si lo piensas bien, sabes de sobra separar la paja del trigo. Lo importante de lo que no lo es. Lo que urge de verdad de lo que puedes dejar a un lado. La verdad de la mentira. En quien creer y a quien mantener bien lejos.
Que solo si pones los acentos donde tocan, las pausas donde necesitas y borras todo lo que sobra, estás más cerca de lo que quieres.
Que si no callas lo que quieres decir, subrayas solo lo que merece la pena recordar y no permites que te haga daño cualquiera, has entendido bien de qué va esto de vivir.
Que solo cuando vives hacia delante, abrazas como si no hubiera un mañana y no te guardas ningún te quiero para ocasiones especiales, la vida tiene sentido.
Que solo cuando confías en ti, en que siempre hay algo bueno y pierdes por completo el miedo a los gritos, los giros y los suspensos en los que te pone la vida, dejas de vivirla a medias.
Y es que vida no hay más que una.
Y vivirla es ir de instante en instante.
Y aprovechar hasta el último segundo.
Patricia Ayuste.
2 Comentarios
Elena
22 diciembre, 2020 a las 8:27 amPatricia, querida, tus emails con tus textos/reflexiones…. suman, a veces encuentro entre tus líneas las palabras que no encontraba para expresar una emoción, o me hacen sentir, empatizar, moverme….
Este año es, mejor dicho, ha sido, un girar la piel… Y, qué suerte contar con tu blog, tus textos para acompañar ese darse la vuelta a la piel. Un abrazo y felices fiestas
Patricia Ayuste
22 diciembre, 2020 a las 7:28 pmGracias infinitas, Elena:
Es un auténtico placer saber que encuentras refugio en mis textos y más en un año tan complicado como este 2020.
Espero seguir acompañándote durante mucho tiempo.
Un abrazo grande y muy felices fiestas 🙂