No hay nada malo en pensar en ti primero. En frenar todo lo que no seas tú por un instante. Por unos días. O por el tiempo que necesites. En hacer una pausa y dejar que las cosas salgan –o no- por sí solas. En buscar la luz cuando te ves en penumbra, en gritar cuando te ahogas o en correr cuando tienes miedo. En aprender a diferenciar lo importante de lo urgente. En no desvivirte de continuo por imposibles que no van contigo.
En aprender a ponerte por delante y a ser tu propia prioridad.
Tienes todo el derecho del mundo a decir que no bien alto. En apenas un susurro. O como te salga en ese momento. A no poner tu mejor cara solo por contentar a quien te mira ni obligarte a sonreír cuando la sonrisa no te sale sola. A no aceptar lo que no viene a cuento, a protestar contra lo que te saca de tus casillas, a negarte a lo que no le encuentras ningún sentido.
Debería ser obligatorio apartar todo lo lejos que puedas aquello que no te hace bien alguno. Y no sentirte mal por ello. Levantarte de la silla cuando sientes que no te escuchan. Cuando crees que está todo dicho. Cuando lo único que haces es perder oportunidades, motivos y alegrías.
Y aprender a regalar tu tiempo a quien de verdad quiere pasarlo contigo.
Está en tus manos soltar el remo cuando te has cansado de ir contra corriente. De hacer continuos equilibrios, de navegar a la deriva o de estar siempre al borde de ahogarte. Decidir que ya no quieres seguir peleando, que prefieres cambiar de rumbo aunque no tengas un destino en mente o dejarte llevar y que pase lo que tenga que pasar.
Es de valientes tomar la decisión de salirte de lo aburrido, por muy seguro que sea, y adentrarte en lo desconocido. Alejarte de lo que no funciona. Olvidarte de porsiacasos, comodines y excusas. Dejar que el aire te llegue a los pulmones para no asfixiarte en dudas, en charcos en los que haces pie o en vasos medio llenos.
Y andar hacia lo que quieres, sin pensar tanto en lo que podría salir mal.
Te haces un gran favor cuando dejas de escuchar a quienes hablan sin escucharte. A quienes te dicen cómo ser y no tienen ni idea de quién eres. A quienes te quitan siempre la razón o lo que tengas en mente. Quienes se empeñan en salirse con la suya y no aceptan que pienses diferente. A quienes te estresan sin abrir siquiera la boca. A quienes no les has pedido opinión y, aun así, te la dan. Y se enfadan si no la sigues.
Es mejor que des el paso, por fin, de romper con lo que te hace más daño. Lo que te complica la vida en exceso. Lo que te roba el aliento, la ilusión y hasta el sueño. Lo que te obliga a ir a medio gas, a no llegar, a querer abandonar antes de tiempo. Lo que te rompe por dentro y por fuera.
Y dejar de contar con lo que hace que no te salgan las cuentas.
Es sano que pierdas el miedo a equivocarte. A elegir el camino del medio, el menos transitado o por donde crece la hierba más salvaje. A no temer que debas dar media vuelta y desandar tus pasos. A vivir sin tantos planes, a no saber qué viene después y a sentir que te mueves como una veleta. A cambiar tu percepción del mundo las veces que creas. Y a dejar que lo nuevo llegue y te sorprenda.
Es una suerte tener en quien poder confiar a ciegas. A quien pedir ayuda cuando no puedes salir a flote o por tu cuenta. Con quien entenderte con una mirada, reírte hasta de lo más absurdo y viajar hasta el rincón más remoto del mundo. Con quien bailar una vez que pase la tormenta. Con quien sentir que tienes pasado y futuro, unos brazos en los que echar raíces y un lugar al que llamar hogar.
Es un acierto atreverte a soltar lo que te más te hunde. A bajar el ritmo. A cambiar de registro. A pisar el freno, a quitar rellenos y vivir sin filtros. Aprender a dejar fuera lo que no encaje, a buscar tu propio equilibrio y no coger las culpas que no te corresponden. Aprender a llenar de paciencia tus ilusiones, a no temer pisar bien fuerte, a poner el corazón en lo que te importa.
No pretender abarcarlo todo con tus abrazos sino abrazar lo que, de verdad, te da vida.
Es más que necesario que brindes por ti. Por lo bueno y por lo que se haya podido torcer. Por las grandes alegrías y por los días más tontorrones. Por los comienzos y por los finales. Por lo que preferirías olvidar y por los que serán tus mejores recuerdos. Por lo que te saque sonrisas y por todo lo que hiciste aunque no llegara a buen puerto.
Celebrar que hoy estás aquí, que tienes con quien brindar y motivos para ser feliz.
Que eres más imprescindible de lo que a veces crees.
Y que lo primero eres tú.
Patricia Ayuste.
1 Comentario
Pepa
16 julio, 2021 a las 5:45 pmTotalmente de acuerdo con cada una de tus frases.
Eres pura inspiración (y motivación).
Un abrazo desde Berlín.