Promesas de septiembre

Prometo hacer que cada segundo cuente y vivirlo como si fuera único. Que lo es.

Poner todos mis sentidos en el hoy, pensar menos en el ayer y hacer muchas menos conjeturas con el mañana. Tachar todo lo que tengo pendiente de mis listas, arrepentirme menos y celebrar hasta lo más pequeño.

Prometo olvidarme más a menudo del reloj, mirar más a los ojos de quien camina a mi lado, levar anclas y dejarme llevar. Confiar en mi suerte, en cada uno de las huellas que dejo tras de mí y de la arena blanca que queda delante pendiente de recorrer.

Prometo mirar más el sol y contar estrellas hasta cansarme. Aprender a ver las cosas por primera vez, como un niño. Perderme en la magia de los amaneceres, en la paz de la naturaleza, en el silencio recomponedor de los bosques.

Prometo ahorrarme tantas complicaciones, no buscar explicación para todo, y menos para lo que no necesito entender. Soñar despierta todo lo que pueda y cumplir aquello que ilumina mi mirada. Llegar hasta el infinito y un poco más allá, y no esconderme cuando la situación se ponga fea.

Contar hasta once si hace falta.

Prometo multiplicar mis risas, doblar los abrazos y perdonar(me) más a menudo. Brindar por todas las alegrías, grandes, medianas y pequeñas. Contar más chistes y menos chismes, comer más chocolate sin sentirme luego culpable y darme alguno de esos caprichos que te dan la vida de vez en cuando.

Prometo dejar fluir las cosas, meterme menos en lo que no me importa e improvisar todo lo que pueda. Llamar a las cosas por su nombre, no dejar tanto para mañana y no quedarme para mí nada innecesario. Dejar de vivir de engaños y desengaños como regla habitual.

Prometo cumplir las promesas que me hice en enero, en septiembre y en las noches más oscuras. Las de verdad, no las que se dicen por decir, sin intención real. Sin convicción. Las promesas que veo incluso cuando cierro los ojos.

Las que me ayudan a abrirlos cuando más lo necesito.

Prometo olvidarme de las falsas promesas que no llevan a nada y decepciones baratas que roban tiempo y sonrisas. Aprender a pisar más fuerte y levantarme mucho antes.

Prometo estar para quienes están. Y no perderme tanto con quienes no.

Prometo quererme un poco más, sobre todo, cuando más lo necesite.

Patricia Ayuste.