Unas finas gotas de lluvia, un rayo que ilumina el cielo y la agradable sensación del aire fresco en la cara.
Una lluvia inesperada hasta unos momentos antes. De las que se esconden tras una nube que no ves venir y se planta encima de ti en un suspiro. De las que aparecen como si nada, sin darte tiempo a resguardarte, a decidir si sigues con tus planes o los pospones hasta que pase. La lluvia, el frío, el viento.
Como si esperar a que pase la tormenta fuera la mejor opción posible que tuvieras.
Como si no lo fuera andar bajo la lluvia. O correr. O bailar. O lo que cada uno prefiera.
Sin embargo, hay tormentas que se adivinan mucho tiempo antes. Que se sienten cercanas, próximas, a un par de nubarrones y soplos de aire. Aunque nadie las anuncie a bombo y platillo en los telediarios o en las redes sociales. Aunque nadie advierta sobre ellas o susurre a sus espaldas. Aunque el cielo luzca azul, despejado y la mar de tranquilo, y nada haga presagiar un cambio repentino.
Tormentas que van tomando forma con el paso de los días, de los lugares, de las personas. Que cogen fuerza, volumen, pesadez. Nubarrones que van acumulando agua en su interior, poco a poco, mientras esperan la ocasión de soltarla. Caiga como caiga. Cuando se encuentre el momento. Y el lugar. De liberarla. De abrirle las puertas y de dejarla marchar.
Incluso cuando no son, ni el lugar, ni el momento ni la forma de hacerlo.
Porque hay ocasiones que no parecen las más propicias para nada. Ni para salir corriendo, mojarse o sentarse a esperar. Ni para decidir A o B, norte o sur, seguir o dejar las cosas como están. Que por mucho que se mire el cielo, la respuesta no siempre es clara. Ni evidente a primera vista.
Pero está ahí. Oculta entre las gotas de agua, la brisa y los paraguas. Está ahí aunque todo parezca estar en contra y el viento te haga retroceder algún paso, o incluso frenarte los pies. Aunque la oscuridad te impida ver algo de luz o los truenos te hagan presagiar que es tan solo el comienzo de algo peor.
Que no suele ser para tanto. Ni las respuestas tan complicadas.
Porque las respuestas que tan a menudo buscas, las tienes bien a mano. Solo que no siempre las ves. Ni miras donde toca. Ni piensas en ellas. A veces, haces cualquier cosa menos pensar en soluciones. O en ponerte a buscarlas. Y te quedas mirando cómo llueve bajo un paraguas o debajo de una marquesina hasta que todo pase.
Y la luz salga.
Y pasa que, en ocasiones, entre tantos planes que haces, se cuela algo con lo que no contabas. Algún imprevisto. Algo inesperado.
A veces es un simple impulso. Una fuerza que te mueve y que, de dónde viene, es lo de menos. O de quién. Un motivo para coger las riendas. Para dejar la marquesina y enfrentarte a la lluvia cara a cara. Esa que te da un poco de reparo sentir. O sufrir.
Esa por la que no hacías nada, salvo esperar.
Pasa que por fin decides actuar. Hacer algo, intentarlo, moverte. Aunque no sepas a dónde dirigirte, a dónde te llevan tus pasos o cuándo acabará la tormenta. Aunque sabes que hay riesgos, aunque salten tus resistencias y solo veas nubes. Te mueves. Y dejas de mirar las nubes y los peros que te nublan.
Pasa que actúas y empiezas a recuperar el control que habías perdido. Por la lluvia, los truenos, tus miedos. Y vuelves a donde te gustaría estar. Paso a paso. Aunque te mojes. Aunque el agua te cale hasta los huesos. Aunque vayas dando tumbos y algún traspiés.
Sabiendo que es tu camino. O que sabrás encontrarlo en algún momento.
Pasa que lo que era un papel secundario en toda regla ahora cobra protagonismo de la noche a la mañana. Lo que era un viaje sin destino, por fin tiene ida. Lo que había dejado de encandilar empieza de nuevo a brillar. Lo que esperaba su oportunidad, por fin tiene fecha.
Lo que esperaba respuesta, por fin obtiene un sí.
Pasa que en lo inesperado hay un riesgo. Como en cada elección. Como en tantas muchas cosas. Que las consecuencias pueden ser enormes y que no siempre quien arriesga gana. Pero lo que sí es seguro, es que no gana el que no lo intenta. No gana el que no se mueve ni un centímetro.
Pasa que hay que dejar que las cosas sucedan y aprender cuando no resultan como se espera o como se quiere. Cuando lo inesperado te sorprende y que siempre hay algo que puedes hacer al respecto.
Pasa que no hay que dejar que la tormenta pase sin más, sino aprender de ella. De su fuerza. De su capacidad de limpiar y refrescar. Del bonito arco iris que sale. Y de las plantas que brotan después.
A no temerle a lo inesperado.
Y a dejar que te sorprenda. Y que te cambie la vida.
Patricia Ayuste.
7 Comentarios
Soldadito Marinero
4 octubre, 2016 a las 8:50 pmLo inesperado, casualidades, azar… varias formas de llamar a lo mismo, algo que me obsesiona. Cómo la vida nos lleva por un camino u otro en función de minúsculas casualidades. Muy bonitas las dos primeras imágenes, lluvia y bosque. Un saludo 🙂
Entre suspiros y un café
6 octubre, 2016 a las 8:16 pm¡Muchas gracias! Me alegra saber que te ha gustado 🙂
¡Un saludo!
Patri.
Cecy Villatoro
10 octubre, 2016 a las 4:33 amMe encanta todo lo que escribe, tengo mas de dos meses de leer lo que publica, la encontre por que un dia queria leer algo que me gustara y que mejor manera de encontrar algo bueno a traves del algo que me gusta, un buen cafe y recordar bellos momentos.Saludos.
Entre suspiros y un café
16 octubre, 2016 a las 9:45 pmMuchas gracias por tu bonito comentario, Cecy, me alegra saber que te gusta lo que escribo y que me dedicas tu valioso tiempo leyéndome.
Un beso fuerte, y gracias por estar ahí.
mabed23
18 octubre, 2016 a las 9:48 amHola, llevo un par de semanas cociendo una idea o un proyecto en mi cabeza y sigo yendo a la deriva. Sin embargo me has conseguido transmitir la ilusión que se iba desvaneciendo de ella. Gracias por transmitir, por crear suspiros. Un saludo,sigue escribiendo es la mejor forma que tenemos de callarnos por dentro.
Entre suspiros y un café
20 octubre, 2016 a las 8:06 pmMuchas gracias por tu motivador comentario, es increíble saber que con mis palabras he conseguido darte fuerza en algo que te rondaba la cabeza pero para lo que no te decidías…
¡Mucho ánimo! Y gracias por dedicarme parte de tu tiempo 🙂
Patri.
Gracias – Entre suspiros y un café
31 diciembre, 2016 a las 6:21 pm[…] que el tiempo vuela, se te escapa de las manos sin remedio. Y sólo entonces descubres el valor de lo inesperado, lo que llega para quedarse, sin avisarte. Y te sorprende para […]